Tuesday, July 14, 2009

Aunque muchos críticos no distinguen entre el realismo mágico y lo fantástico, hay que insistir en la diferencia fundamental. Mientras el realismo mág

Cuentos comparados

Por SEYMOUR MENTON

ARTICULISTA INVITADO / LIBRUSA


SEYMOUR MENTON escrítico, profesor de la Universidad de California (Irvine) y autor de la famosa antología El cuento hispanoameri-cano. Entre sus obras también destacan Histroria crítica de la novela guatemalteca, Narrativa de la R


Para celebrar mi cumpleaños de 2003, decidí asistir al undécimo Congreso Internacional de Literatura Centroamericana en San José de Costa Rica. Después de narrar mi "Historia personal de la novela costarricense: 1952-2003", una de mis devotas ticas se me acercó para reclamar. ¿Por qué no incluí a su abuelo Carlos Salazar Herrera en mi antología El cuento hispanoamericano? Desde luego que me disculpé revelando que había sido muy amigo de Carlos y que en 1960 lo había invitado a una fiesta en nuestra casa cerca de la Universidad de Costa Rica: cincuenta varas al norte de la entrada a La Paulina. Pese a mi explicación de que en cada país adonde voy alguien siempre me reclama la ausencia de su autor predilecto, ella quedó algo desilusionada y yo quedé con ganas de complacerle.

No tardé en hallar la solución. Al día siguiente, en el vuelo de San José a Dallas, se me ocurrió preparar otra antología que incluyera un cuento o dos de Carlos Salazar Herrera junto con otros cuentos sobresalientes que por una variedad de razones, no pude incluir en El cuento hispanoamericano. La nueva colección se llamaríaCuentos comparados y tendría la enorme ventaja pedagógica de estimular a los maestros, a los estudiantes y a los lectores en general a que escudriñaran y apreciaran los cuentos por su propia cuenta, o sea sin las muletas (los comentarios) otorgadas por este antólogo.

Por supuesto que tenía que comenzar con Salazar Herrera (1906-1980) escogiendo dos cuentos que se podrían comparar con cuentos de dos tendencias distintas, para dar mayor flexibilidad a la nueva colección. "La bocaracá" (1950) se asemeja temáticamente a "A la deriva" (1912) de Horacio Quiroga (1878 1938): la amenaza de una culebra (bocaracá) en un ambiente típicamente criollista. Sin embargo, el desenlace no es inexorablemente trágico sino dramático e inesperadamente feliz: la mujer del campesino costarricense logró matar la culebra antes de que pudiera morder a su hijito aunque el campesino sale disparado a caballo para buscar ayuda, después de encontrar inconsciente a su mujer. "A la deriva" se incluirá en la nueva colección para identificar sin lugar a dudas el carácter mágicorrealista de "El hombre muerto" (1920), del mismo Horacio Quiroga, primer cuento mágicorrealista de la literatura universal. El fin feliz de "La bocaracá" podría atribuirse al estereotipo plácido de "la Suiza centroamericana", en contraste con la vida increíblemente trágica de Quiroga. En cambio, "La sequía" (1947), también de Salazar Herrera, no tiene un desenlace feliz. Igual que "La lluvia" (1936) de Uslar Pietri (1906-2001), la sequía en el campo refleja la sequía matrimonial, la falta de comunicación entre los esposos. Por mucho que el indio se alegre con la noticia del embarazo de su esposa, es incapaz de mostrárselo a ella. Los dos cuentos están escritos con un estilo poético pero el de Salazar Herrera se distingue por su sencillez, sus oraciones muy breves y su repetición mientras "La lluvia" luce un estilo más elaborado con símiles y metáforas brillantes. Además, la irrupción del niño misterioso, como la niña Miriam en el cuento homónimo (1943) de Truman Capote (1924-1984), crea un ambiente mágicorrealista que da mayor complejidad a "La lluvia". Por mucho que se haya discutido la definición del realismo mágico, me parece que podría rematar mi interpretación de la tendencia incluyendo en la nueva colección los dos cuentos: "Luvina" (1953), que precisamente se distingue de "¡Diles que no me maten!" (1953) y otros cuentos rulfianos por su realismo mágico; y "El impostor inverosímil Tom Castro" (1935), de Jorge Luis Borges (1899-1986), cuyo título oximorónico refleja la visión de mundo del realismo mágico.

Aunque muchos críticos no distinguen entre el realismo mágico y lo fantástico, hay que insistir en la diferencia fundamental. Mientras el realismo mágico es una tendencia que se manifiesta tanto en la pintura como en la literatura con límites cronológicos más o menos precisos (1918-1981), lo fantástico es un género, o sea, un tipo de literatura que se puede encontrar en cualquier periodo cronológico. Para comprobar eso, parto en la nueva colección de "Una visita infernal" (1865), uno de varios cuentos fantásticos de la argentina romántica Juana Manuela Gorriti (1818-1892). Igual que "Amor secreto" (1843) de Manuel Payno (1810-1894), "Una visita infernal" peca de un lenguaje sentimental empalagoso pero también incluye un elemento fantástico en forma de la personificación del diablo. Hay que reconocer que ese estilo netamente romántico y el tono melodramático lo rebaja para los lectores actuales, en contraste con "Lanchitas" (1878) del mexicano José María Roa Bárcenas (1827-1908), quien rechazó el romanticismo por el realismo, sabiendo captar escenas y personajes de la vida diaria con un estilo pulcro con toques de humor y revelando su dominio del género cuentístico. Es decir que "Lanchitas" es un buen cuento fantástico dentro de la modalidad realista.

Otros cuentos fantásticos bien hechos que aparecen en otras épocas, y entre los cuales tendré que escoger, son "La lluvia de fuego" (1906) y "Los caballos de Abdera" (1906) de Leopoldo Lugones (1874-1938) y "La cena" (1912) de Alfonso Reyes (1889-1959). El gusto por lo fantástico aún dura por lo menos hasta la primera década del gobierno revolucionario de Cuba cuando se publicaron los cuentos fantásticos de Virgilio Piñera (1912-1979) y la antología de Rogelio Llopis,Cuentos cubanos de lo fantástico y lo extraordinario (1968).

Volviendo a Juana Manuela Gorriti, se conoce no sólo por sus cuentos fantásticos sino también por sus cuentos históricos, que se prestan tanto para una comparación con "Rosa" (1847) del chileno Lastarria (1817-1888) como con los nuevos cuentistas de hoy día que se han contagiado por el gran auge de la Nueva Novela Histórica y la novela histórica a secas a partir de, digamos, 1975. EnCuentos comparados, se podría incluir "El guante negro" (1865) de Gorriti y "La condena" (2003) de la joven pero muy prometedora argentina Mercedes Giuffré (1972) en los cuales Manuelita, hija del dictador Rosas, desempeña un papel secundario pero importante. Mientras "La condena" se concentra en la tragedia de Camila O'Gorman desde una perspectiva del siglo XXI, "El guante negro" ejemplifica el romanticismo comenzando con el equívoco del guante negro de Manuelita. Cuando Isabel, novia angelical de Wenceslao, soldado unitario gravemente herido, descubre el guante, se pone celosa y cree que Wenceslao se ha convertido al federalismo. En realidad, Manuelita lo visitó para advertirle que debería huir. De ahí, la madre de Wenceslao mata a su propio marido unitario para impedir que éste mate a su hijo. Pese al melodrama, "El guante negro" me parece más interesante que "Rosa", cuya artificialidad salta a la vista. Habrá que rematar esta comparación de cuentos históricos con "El Conde de Ovando" (2000), cuento paródico de Luis López Nieves (1950), incluido en la séptima edición de El cuento hispanoamericano.

El espacio disponible no me permite dar el índice completo de Cuentos comparados pero sí quisiera destacar los cuentos existencialistas "Otro día nuestro" (1955) del puertorriqueño René Marqués (1919-1979) y "Polacca brillante" (1969) del cubano Calvert Casey (1924-1969); los cuentos surrealistas "Valle Alto" (1946) de la costarricense Yolanda Oreamuno (1916-1956) y "La culpa es de los tlaxcaltecas" (1964) de la mexicana Elena Garro (1920-1998) (compárese también con éste "La noche boca arriba" [1964] del argentino Julio Cortázar [1914-1984]) y dos cuentos mexicanos basados en dos generaciones de inmigrantes: "Los brazos necesitan almohadas" (1997) de Angelina Muñiz Huberman (1936) y "Brasil 47" (1987) de Ethel Krause (1954).

Aunque estoy convencido que Cuentos comparados es una antología excelente, no estoy convencido de que debería intentar publicarla. Primero, no me atrevo a emprender el trabajo tan difícil de conseguir todas las autorizaciones y me preocupa el efecto que podría tener tal antología sobre El cuento hispanoamericano: ¿complementarla o competir con ella?

evolución cubana, Historia verdadera del realismo mágico y Caminata por la narrativa latinoamer

Para celebrar mi cumpleaños de 2003, decidí asistir al undécimo Congreso Internacional de Literatura Centroamericana en San José de Costa Rica. Después de narrar mi "Historia personal de la novela costarricense: 1952-2003", una de mis devotas ticas se me acercó para reclamar. ¿Por qué no incluí a su abuelo Carlos Salazar Herrera en mi antología El cuento hispanoamericano? Desde luego que me disculpé revelando que había sido muy amigo de Carlos y que en 1960 lo había invitado a una fiesta en nuestra casa cerca de la Universidad de Costa Rica: cincuenta varas al norte de la entrada a La Paulina. Pese a mi explicación de que en cada país adonde voy alguien siempre me reclama la ausencia de su autor predilecto, ella quedó algo desilusionada y yo quedé con ganas de complacerle.

No tardé en hallar la solución. Al día siguiente, en el vuelo de San José a Dallas, se me ocurrió preparar otra antología que incluyera un cuento o dos de Carlos Salazar Herrera junto con otros cuentos sobresalientes que por una variedad de razones, no pude incluir en El cuento hispanoamericano. La nueva colección se llamaríaCuentos comparados y tendría la enorme ventaja pedagógica de estimular a los maestros, a los estudiantes y a los lectores en general a que escudriñaran y apreciaran los cuentos por su propia cuenta, o sea sin las muletas (los comentarios) otorgadas por este antólogo.

Por supuesto que tenía que comenzar con Salazar Herrera (1906-1980) escogiendo dos cuentos que se podrían comparar con cuentos de dos tendencias distintas, para dar mayor flexibilidad a la nueva colección. "La bocaracá" (1950) se asemeja temáticamente a "A la deriva" (1912) de Horacio Quiroga (1878 1938): la amenaza de una culebra (bocaracá) en un ambiente típicamente criollista. Sin embargo, el desenlace no es inexorablemente trágico sino dramático e inesperadamente feliz: la mujer del campesino costarricense logró matar la culebra antes de que pudiera morder a su hijito aunque el campesino sale disparado a caballo para buscar ayuda, después de encontrar inconsciente a su mujer. "A la deriva" se incluirá en la nueva colección para identificar sin lugar a dudas el carácter mágicorrealista de "El hombre muerto" (1920), del mismo Horacio Quiroga, primer cuento mágicorrealista de la literatura universal. El fin feliz de "La bocaracá" podría atribuirse al estereotipo plácido de "la Suiza centroamericana", en contraste con la vida increíblemente trágica de Quiroga. En cambio, "La sequía" (1947), también de Salazar Herrera, no tiene un desenlace feliz. Igual que "La lluvia" (1936) de Uslar Pietri (1906-2001), la sequía en el campo refleja la sequía matrimonial, la falta de comunicación entre los esposos. Por mucho que el indio se alegre con la noticia del embarazo de su esposa, es incapaz de mostrárselo a ella. Los dos cuentos están escritos con un estilo poético pero el de Salazar Herrera se distingue por su sencillez, sus oraciones muy breves y su repetición mientras "La lluvia" luce un estilo más elaborado con símiles y metáforas brillantes. Además, la irrupción del niño misterioso, como la niña Miriam en el cuento homónimo (1943) de Truman Capote (1924-1984), crea un ambiente mágicorrealista que da mayor complejidad a "La lluvia". Por mucho que se haya discutido la definición del realismo mágico, me parece que podría rematar mi interpretación de la tendencia incluyendo en la nueva colección los dos cuentos: "Luvina" (1953), que precisamente se distingue de "¡Diles que no me maten!" (1953) y otros cuentos rulfianos por su realismo mágico; y "El impostor inverosímil Tom Castro" (1935), de Jorge Luis Borges (1899-1986), cuyo título oximorónico refleja la visión de mundo del realismo mágico.

Aunque muchos críticos no distinguen entre el realismo mágico y lo fantástico, hay que insistir en la diferencia fundamental. Mientras el realismo mágico es una tendencia que se manifiesta tanto en la pintura como en la literatura con límites cronológicos más o menos precisos (1918-1981), lo fantástico es un género, o sea, un tipo de literatura que se puede encontrar en cualquier periodo cronológico. Para comprobar eso, parto en la nueva colección de "Una visita infernal" (1865), uno de varios cuentos fantásticos de la argentina romántica Juana Manuela Gorriti (1818-1892). Igual que "Amor secreto" (1843) de Manuel Payno (1810-1894), "Una visita infernal" peca de un lenguaje sentimental empalagoso pero también incluye un elemento fantástico en forma de la personificación del diablo. Hay que reconocer que ese estilo netamente romántico y el tono melodramático lo rebaja para los lectores actuales, en contraste con "Lanchitas" (1878) del mexicano José María Roa Bárcenas (1827-1908), quien rechazó el romanticismo por el realismo, sabiendo captar escenas y personajes de la vida diaria con un estilo pulcro con toques de humor y revelando su dominio del género cuentístico. Es decir que "Lanchitas" es un buen cuento fantástico dentro de la modalidad realista.

Otros cuentos fantásticos bien hechos que aparecen en otras épocas, y entre los cuales tendré que escoger, son "La lluvia de fuego" (1906) y "Los caballos de Abdera" (1906) de Leopoldo Lugones (1874-1938) y "La cena" (1912) de Alfonso Reyes (1889-1959). El gusto por lo fantástico aún dura por lo menos hasta la primera década del gobierno revolucionario de Cuba cuando se publicaron los cuentos fantásticos de Virgilio Piñera (1912-1979) y la antología de Rogelio Llopis,Cuentos cubanos de lo fantástico y lo extraordinario (1968).

Volviendo a Juana Manuela Gorriti, se conoce no sólo por sus cuentos fantásticos sino también por sus cuentos históricos, que se prestan tanto para una comparación con "Rosa" (1847) del chileno Lastarria (1817-1888) como con los nuevos cuentistas de hoy día que se han contagiado por el gran auge de la Nueva Novela Histórica y la novela histórica a secas a partir de, digamos, 1975. EnCuentos comparados, se podría incluir "El guante negro" (1865) de Gorriti y "La condena" (2003) de la joven pero muy prometedora argentina Mercedes Giuffré (1972) en los cuales Manuelita, hija del dictador Rosas, desempeña un papel secundario pero importante. Mientras "La condena" se concentra en la tragedia de Camila O'Gorman desde una perspectiva del siglo XXI, "El guante negro" ejemplifica el romanticismo comenzando con el equívoco del guante negro de Manuelita. Cuando Isabel, novia angelical de Wenceslao, soldado unitario gravemente herido, descubre el guante, se pone celosa y cree que Wenceslao se ha convertido al federalismo. En realidad, Manuelita lo visitó para advertirle que debería huir. De ahí, la madre de Wenceslao mata a su propio marido unitario para impedir que éste mate a su hijo. Pese al melodrama, "El guante negro" me parece más interesante que "Rosa", cuya artificialidad salta a la vista. Habrá que rematar esta comparación de cuentos históricos con "El Conde de Ovando" (2000), cuento paródico de Luis López Nieves (1950), incluido en la séptima edición de El cuento hispanoamericano.

El espacio disponible no me permite dar el índice completo de Cuentos comparados pero sí quisiera destacar los cuentos existencialistas "Otro día nuestro" (1955) del puertorriqueño René Marqués (1919-1979) y "Polacca brillante" (1969) del cubano Calvert Casey (1924-1969); los cuentos surrealistas "Valle Alto" (1946) de la costarricense Yolanda Oreamuno (1916-1956) y "La culpa es de los tlaxcaltecas" (1964) de la mexicana Elena Garro (1920-1998) (compárese también con éste "La noche boca arriba" [1964] del argentino Julio Cortázar [1914-1984]) y dos cuentos mexicanos basados en dos generaciones de inmigrantes: "Los brazos necesitan almohadas" (1997) de Angelina Muñiz Huberman (1936) y "Brasil 47" (1987) de Ethel Krause (1954).

Aunque estoy convencido que Cuentos comparados es una antología excelente, no estoy convencido de que debería intentar publicarla. Primero, no me atrevo a emprender el trabajo tan difícil de conseguir todas las autorizaciones y me preocupa el efecto que podría tener tal antología sobre El cuento hispanoamericano: ¿complementarla o competir con ella?

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