Wednesday, November 2, 2011

Chesterton

Chesterton
Animal Print
Cougar
Beast
George Best
Jaguar
Lord Pacal
Prov.19:26
"He that wasteth his father, and chaseth away his mother, is a son that causeth shame, and bringeth reproach."

“Chest” “Шесть” "Six" “Chesterton” "Cuirassier" "Manchester"
Galatians 1:6
“I marvel that ye are so soon removed from him that called you into the grace of Christ unto another gospel:”

 Seven Day Old Cheetah, Masai Mara Reserve, Kenya
by Superstock
Costa Rica- España


Cricket ;-)

Chess: "Chesterton" "Animal Print" "Beast " Cougar" "George Best" "Jaguar" "Lord Pacal"
 Sobre Chesterton
Jorge Luis Borges
Because He does not take away 

The terror from the tree... 

CHESTERTON: A Second Childhood 


Edgar Allan Poe escribió cuentos de puro horror fantástico o de pura bizarrerie; Edgar Allan Poe fue inventor del cuento policial. Ello no es menos indudable que el hecho de que no combinó los dos géneros. No impuso al caballero Auguste Dupin la tarea de fijar el antiguo crimen del Hombre de las Multitudes o de explicar el simulacro que fulminó, en la cámara negra y escarlata, al enmascarado príncipe Próspero. En cambio, Chesterton prodigó con pasión y felicidad esos tours de force. Cada una de las piezas de la Saga del Padre Brown presenta un misterio, propone explicaciones de tipo demoníaco o mágico y las reemplaza, alfin, con otras que son de este mundo. La maestría no agota la virtud de esas breves ficciones; en ellas creopercibir una cifra de la historia de Chesterton, un símbolo o espejo de Chesterton. La repetición de su esquema a través de los años y de los libros (The Man who Knew Too Much, The Poet and the Lunatics,The Paradoxes of Mr. Pond) parece confirmar que se trata de una forma esencial, no de un artificio retórico.Estos apuntes quieren interpretar esa forma. Antes, conviene reconsiderar unos hechos de excesiva notoriedad. Chesterton fue católico, Chesterton creyó en la Edad Media de los prerrafaelistas (Of London, small and white, and clean), Chesterton pensó,como Whitman, que el mero hecho de ser es tan prodigioso que ninguna desventura debe eximirnos de una suerte de cósmica gratitud. Tales creencias pueden ser justas, pero el interés que promueven es limitado; suponer que agotan a Chesterton es olvidar que un credo es el último término de una serie de procesos mentales y emocionales y que un hombre es toda la serie. En este país, los católicos exaltan a Chesterton, los librepensadores lo niegan. Como todo escritor que profesa un credo, Chesterton es juzgado por él, esreprobado o aclamado por él. Su caso es parecido al de Kipling, a quien siempre lo juzgan en función del Imperio Británico. Poe y Baudelaire se propusieron, como el atormentado Urizen de Blake, la creación de un mundo de espanto; es natural que su obra sea pródiga de formas del horror. Chesterton, me parece, no hubiera tolerado la imputación de ser un tejedor de pesadillas, un monstrorum artifex (Plinio, XXVIII, 2), pero invenciblemente suele incurrir en atisbos atroces. Pregunta si acaso un hombre tiene tres ojos, o un pájaro tres alas; habla, contra los panteístas, de un muerto que descubre en el paraíso; que los espíritus de los coros angélicos tienen sin fin su misma cara; habla de una cárcel de espejos; habla de un laberinto sin centro; habla de un hombre devorado por autómatas de metal; habla de un árbol que devora a los pájaros y que en lugar de hojas da plumas; imagina (The Man who was Thursday, VI) que en los confines orientales del mundo acaso existe un árbol que ya es más, y menos, que un árbol, y en los occidentales, algo, una torre,cuya sola arquitectura es malvada. Define lo cercano por lo lejano, y aun por lo atroz; si habla de sus ojos, los llama con palabras de Ezequiel (1: 22) un terrible cristal, si de la noche, perfecciona un antiguo horror(Apocalipsis, 4: 6) y la llama un monstruo hecho de ojos. No menos ilustrativa es la narración How I foundthe Superman. Chesterton habla con los padres del Superhombre; interrogados sobre la hermosura del hijo,que no sale de un cuarto oscuro, éstos le recuerdan que el Superhombre crea su propio canon y debe sermedido por él («En ese plano es más bello que Apolo. Desde nuestro plano inferior, por supuesto...»);después admiten que no es fácil estrecharle la mano («Usted comprende; la estructura es muy otra»);después, son incapaces de precisar si tiene pelo o plumas. Una corriente de aire lo mata y unos hombresretiran un ataúd que no es de forma humana. Chesterton refiere en tono de burla esa fantasía teratológica.Tales ejemplos, que sería fácil multiplicar, prueban que Chesterton se defendió de ser Edgar Allan Poe
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Amplificando un pensamiento de Attar («En todas partes sólo vemos Tu cara»), Jalal-uddin Rumi compusounos versos que ha traducido Rückert ( Werke, IV, 222), donde se dice que en los cielos, en el mar y en los sueños hay Uno Solo y donde se alaba a ese Único por haber reducido a unidad los cuatro briosos animales que tiran delcarro de los mundos: la tierra, el fuego, el aire y el agua.
o Franz Kafka, pero que algo en el barro de su yo propendía a la pesadilla, algo secreto, y ciego y central.No en vano dedicó sus primeras obras a la justificación de dos grandes artífices góticos, Browning y Dickens; no en vano repitió que el mejor libro salido de Alemania era el de los cuentos de Grimm. Denigró aIbsen ydefendió (acaso indefendiblemente) a Rostand, pero los Trolls y el Fundidor de Peer Gynt eran de lamadera de sus sueños, the stuff his dreams were made of Esa discordia, esa precaria sujeción de unavoluntad demoníaca, definen la naturaleza de Chesterton. Emblemas de esa guerra son para mí las aventurasdel Padre Brown, cada una de las cuales quiere explicar, mediante la sola razón, un hecho inexplicable

. Por eso dije, en el párrafo inicial de esta nota, que esas ficciones eran cifras de la historia de Chesterton,símbolos y espejos de Chesterton. Eso es todo, salvo que la «razón» a la que Chesterton supeditó susimaginaciones no era precisamente la razón, sino la fe católica, o sea, un conjunto de imaginaciones hebreas supeditadas a Platón y a Aristóteles. Recuerdo dos parábolas que se oponen. La primera consta en el primer tomo de las obras de Kafka. Es la historia del hombre que pide ser admitido a la ley. El guardián de la primera puerta le dice que adentro hay muchas otras

y que no hay sala que no esté custodiada por un guardián, cada uno más fuerte que elanterior. El hombre se sienta a esperar. Pasan los días y los años, y el hombre muere. En la agonía pregunta:«Será posible que en los años que espero nadie haya querido entrar sino yo?». El guardián le responde:«Nadie ha querido entrar porque a ti sólo estaba destinada esta puerta. Ahora voy a cerrarla». (Kafkacomenta esta parábola, complicándola aún más, en el noveno capítulo de El proceso.) La otra parábola estáen el Pilgrim's Progress, de Bunyan. La gente mira codiciosa un castillo que custodian muchos guerreros; enla puerta hay un guardián con un libro para escribir el nombre de aquel que sea digno de entrar. Un hombreintrépido se allega a ese guardián y le dice: «Anote mi nombre, señor». Luego saca la espada y se arrojasobre los guerreros y recibe y devuelve heridas sangrientas, hasta abrirse camino entre el fragor y entrar en el castillo. Chesterton dedicó su vida a escribir la segunda de las parábolas, pero algo en él propendió siempre aescribir la primera



 
Jorge Lui La Intrusa
Jorge Luis Borges

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristian, el mayor, que fallecio de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Moran. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitio a Santiago Dabove, por quien la supe. Años despues, volvieron a contarmela en Turdera, donde habia acontecido. La segunda version, algo mas prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y tragico cristal de la indole de los orilleros antiguos. Lo hare con probidad, pero ya preveo que cedere a la tentacion acute;n literaria de acentuar o agregar algun pormenor.

En Turdera los llamaban los Nilsen. El parroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las ulltimas paginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el unico libro que habia en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perdera. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguan se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demas, entraron ahi; los Nilsen defendian su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormieron en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hoja corta, el atuendo rumboso de los sabados y el alcohol pendenciero. Se que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirian hablar, anda ban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temia a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policia. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en el que no llevó la peor parte, lo cual, segun los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahures. Tenian fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvian generosos. De sus deudos nada se sabe ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.
Fisicamente diferian del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Mal quistarse con uno era contar con dos enemigos.

Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habian sido hasta entonces de zaguan o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristian llevó a vivir con Juliana Burgos. Es verdad que ganaba asi una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucia en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban pro hibidos y donde se bailaba, todavia, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados, bastaba que alguien la mirara para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el desculdo gastan a las mujeres, no era mal parecida.

Eduardo los acompañaba al principio. Despues emprendió un viaje a Arrecifes por no se que negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que habia levantado por el camino, y a los pocos dias la echó. Se hizo mas hosco; se emborrachaba solo en el almacen y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristian. El barrio, que tal vez lo supo antes que el, previ con alevosa alegria la riva lidad latente de los hermanos.
Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cnstian atado al palenque. En el patio, el mayor estaba esperandolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venia con el mate en la mano. Cristian le dijo a Eduardo: -Yo me voy a una farra en lo de Farias. Ahi la tenes a la Juliana; si la queres, usala.
El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirand olo; no sabia que hacer Cristian se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue al trote, sin apuro.
Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabra los p ormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podia durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, nl siquiera para llamarla, pero bus caban, y encontraban, razones para no estar de acuerdo. Discutian la venta de unos cueros, pero lo que discutian era otra cosa. Cristian solia alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celandose. En el duro su burbio, un hombre no decia, ni se decia, que una mujer pudiera importarle, mas alla del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algun modo, los humillaba.
Una tarde, en la plaza de Lomas , Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se habia agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injil rió. Nadie, delante de el, iba a hacer burla de Cristian.
La mujer atendia a los dos con sumisión bestial; pero no podia ocultar alguna preferencia por el menor, que no habia rechazado la participación, pero que no la habia dispuesto.
Un dia, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahi, porque tenian que hablar. Ella esperaba un dialogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenia, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le habia dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Habia llovido; los caminos estaban muy pesados y serian las cinco de la mañana cuando llegaron a Morón. Ahi la vendieron a la patrona del prostibulo. El trato ya estaba hecho; Cristian cobró la suma y la dividió despues con el otro.
En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la maraña (que tambien era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solian incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de iin de año el menor dijo que tenia que hacer en la Capital. Cristian se fue a Moron; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristian le dijo: -De seguir asi, los vamos a cansar a los pingos. Mas vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristian; Eduardo espoleó al overo para no verlos.
Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución habia fracasado; los dos habian cedido a la tentación de hacer trampa. Cain andaba por ahi, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -Áquien sabe que rigores y que peligros habian compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que habia traido la discordia.
El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvia del almacen, vio que Cristian uncia los bueyes. Cristian le dijo: -Veni; tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargue, aprovechemos la fresca. El comercio del Pardo quedaba, creo, mas al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; despues, por un desvio. El campo iba agrandandose con la noche. Orillaron un pajonal; Cristian tiró el cigarro que habia encendido y dijo sin apuro: -A trabajar, hermano. Despues nos ayudaran los caranchos. Hoy la mate. Que se quede aqui con sus pilchas. Ya no hara mas perjuicios. Se abrazaron, casi llor ando. Ahora los ataba otro vinculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligacion de olvidarla.

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