Tuesday, August 12, 2008

Una voz española.






Os dejo este texto ya que poe estos días - al menos en España- hay
una lluvia de estrellas llamada "las lágrimas de San Lorenzo"
Espero que os guste.

LAS PERSEIDAS
Cuenta una antigua leyenda que si deseas palpar la fibra sensible del
ser amado solamente tienes que ser capaz de alargar las manos y
tocar "las lágrimas de San Lorenzo" que atraviesan el cielo en la
noche del 11 al 12 de agosto, yo , esta noche , solamente las he
puesto sobre el teclado, no creo en leyendas, ¿ o sí…?, tal vez mi
mensaje llegue como un S.O.S a algún lugar recóndito del cosmos, ese
cosmos íntimo que somos cada ser humano…
Por la ventana abierta, para poder atrapar la brisa nocturna, se
colaron las palabras que el mar o tal vez el viento fueron dejando
escritas sobre mi piel:
-No pasa nada…
Hacía muchas, muchas e interminables horas que el crepúsculo había
escondido sus anaranjados reflejos en el féretro de las montañas,
pero mis ojos se negaban a cerrarse: necesitaban en sus pupilas esa
dulce caricia que eran tus palabras susurradas como una nana,
sinceras como un arrullo.
-No pasa nada sombra aterciopelada, tú siempre estás ahí, por eso no
te veo…
Las hojas de la ventana abierta me esperaban como una puerta franca
al infinito, por ella entraban y salían sentimientos que no podía
retener dentro de mí.
Era la noche, tristemente hermosa, de Las Perseidas. Localicé a
Orión, tan brillante y mágico como siempre, mi mirada siguió su
periplo hasta Casiopea, lejana como tú, inalcanzable, casi
transparente; mis ojos ascendieron un poco más en su viaje estelar y
entonces las vi: eran las lágrimas del cielo que se derramaban sobre
mi cara, atravesando, como un fugaz beso de tus labios, mi piel: me
desdibujaban entera para construirme después.
-No pasa nada, todo está bien-, dejaba en mis oídos el pulsar de
algún mundo lejano. Alargué las manos pidiendo la limosna de tu voz
y sentí el silencio negro escurrirse entre mis dedos mientras mi
traquea, muda, hacía esfuerzos sobrehumanos por gritar.
En la oscuridad del plano celeste, el cinturón de Las Perseidas,
escribía, mientras tanto, en rachas fugaces, sobre mi tristeza, tu
nombre…
Y supe que cada día estaba más y más lejos de ti, como ese polvo
estelar que cada año nos deja en las pupilas la belleza única de lo
que ha muerto antes de existir.
Lola Bertrand

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