Olive Oil
Popeye
Berlin
Balthasar
Rom.11:22 Berlin
Balthasar
"Behold therefore the goodness and severity of God: on them which fell, severity; but toward thee, goodness, if thou continue in his goodness: otherwise thou also shalt be cut off."
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"The radiance of the first plum blossoms could banish winter from her bones." --- Oliver Statler
"The radiance of the first plum blossoms could banish winter from her bones." --- Oliver Statler
El rey y el muerto
Cuentos de un vetala
El rey y el muerto Viejos ‘cuentos de misterio’ de la India nos enseñan nuevos asombros de la literatura
Uno de los primeros traductores al inglés de la famosa colección de cuentos de las Mil y una noches
fue el capitán Sir Richard Francis Burton (1821-1890), notable
geógrafo, linguista, viajero y orientalista de su siglo, tan admirado
por Jorge Luis Borges que lo incluyó en su Antología de la literatura fantástica.
Llama la atención que Burton sea también uno de los
primeros traductores a su lengua de una celebrada colección de cuentos
hinduistas –ya no árabes– titulada Las veinticinco historias del vetala, puestos por escrito en lengua sánscrita no antes del siglo XI, pero que ya circulaban en forma oral desde mucho tiempo atrás.
Del
sánscrito pasó a otras lenguas de la India y de más allá, como al
tibetano y al mongol. Todo esto habla de un creciente y permanente
prestigio de la colección a lo largo de los siglos en términos de
oralidad, escritura, traducción y lectores en Asia, proceso que en el
siglo XIX alcanzó a la Europa orientalista con la versión de Burton de
1870 bajo el título Vikram y el vampiro o cuentos de brujería hindú.
En
cuanto al español, hubo que esperar a 1980 para su primera traducción
íntegra (no del sánscrito, sino de la versión al francés hecha por Louis
Renou), y aguardar hasta 1997 para conocer la versión de Burton.
Seguimos sin tener en español una traducción directa desde el sánscrito.
Del vetala visto como vampiro por la Europa gótica.
Con referencias de exotismo y misterio, dicha colección comenzó a
circular en Europa más allá de los círculos estrictamente académicos
pues Burton le dio cierto giro literario y, para empezar, no tradujo la
colección completa de veinticinco relatos, sino apenas once, con la idea
de que la traducción fuera más interesante en forma abreviada.
Con
Burton comenzó en Occidente la asimilación del vetala de la mitología
india al vampiro occidental, tan en boga en el siglo XIX, cuando se
tradujo el texto que, si bien llegó a su esplendor literario con el Drácula de Bram Stoker en 1898, ya tenía varias décadas de andar sobrevolando la narrativa gótica y romántica.
No
obstante, en su contexto hindú, el vetala no es un ente chupasangre, si
bien es una clase de ser siniestro pues está asociado a un cadáver que,
por un procedimiento mágico o por posesión directa, es vuelto a la vida
y dotado de movimiento. No es el muerto el que se apodera del vivo,
sino al revés.
Más allá de la
(mala) elección hecha para traducir vetala (como ‘vampiro’, ‘zombie’ o
‘espectro’), llama la atención que el concepto clave para entenderlo
está en la reanimación de un cadáver, ya por obra de ese ser demoniaco
de la corte de Shiva que es un vetala, o bien por un yogui capacitado
que, gracias a su práctica ascética, desarrolla el poder extraordinario
para hacerlo y, así, en caso de urgencia, para tomar otro cuerpo con
pérdida del actual, por enfermedad o accidente.
De
tal modo, vetala implica tanto un tipo de ser extraordinario,
cadavérico pero animado, más que maligno, malicioso, o bien, un poder
que es consecuencia de la práctica yóguica.
Las frutas del yogui.
La estructura de la colección está dada por un prólogo, veinticuatro
cuentos y un epílogo, cuya resolución constituye la historia
vigesimoquinta. Sobre el trasfondo mitológico tántrico, se mezclan lo
fantástico, lo sobrenatural y lo grotesco, en un contexto de
verosimilitud.
El prólogo cuenta
de un yogui que día tras día ofrece al rey Vikram una fruta en su corte,
que este agradece pero luego desdeña arrojándola lejos de él.
Con
el tiempo, tras haber partido la fruta para darla a uno de sus monos y
luego de haber hallado una joya en su interior, Vikram descubre que
todo el lugar oscuro donde había arrojado las anteriores frutas estaba
lleno de piedras preciosas entre cáscaras podridas y con algunos
gusanos.
El rey inquiere al yogui
sobre tan gran generosidad, un tesoro en piedras incluso para el
monarca. ¿Cómo puede agradecérselo? Responde que por su participación en
un ritual privado para que el yogui pueda adquirir cierto poder oculto,
que es lo más valioso para él, no esa vana pedrería.
El
buen rey acepta el pedido y, según acuerdo, en una noche oscura va más
allá del bosque, hacia un campo de osarios y piras mortuorias, con
cuerpos abandonados al apetito de las fieras, donde se celebrará la
ceremonia.
Una vez allí, el yogui
le advierte que se requiere la ayuda de un vetala, cuyo cadáver poseído
se encuentra colgando de un árbol, no muy lejos, cual murciélago. Lo
primero por hacer es ir al árbol, bajar al cadáver vetálico de la rama
en la que cuelga, echárselo al hombro pues el vetala no se mueve ni
camina por ahora, quizá siga débil, y traerlo.
Eso
sí: el ente habla y habla y habla a lo largo del recorrido; esto es, va
contando las historias, y entre una y otra retorna al árbol original.
Como
puede apreciarse, no hay un marco de ocio y placidez para ponerse a
decir cuentos, sin importar si la muerte amenaza, a la inversa de lo que
ocurre con Scherezada en las Mil y una noches.
El silencio triunfal del rey.
Previamente, el vetala ha advertido al rey que, tras cada historia
narrada, hará una pregunta. Si Vikram responde impulsado por la astucia o
la vanidad –lo propio de un político–, entonces él se alejará
rápidamente y volverá a colgarse de la rama, de donde el rey deberá
bajarlo veintitantas veces, incapaz de controlar su lengua y no
contestar al vetala, hasta que, sumiso, no responde, conquista el
silencio. Para nosotros, lectores, el triunfo de Vikram es nuestra
derrota pues con éste acaba la sucesión de historias.
El
silencio del rey (más su tranquilidad y contento) es lo que detiene el
samsara discursivo del vetala, su ciclo de renarraciones y
reencarnaciones, quien, satisfecho por la victoria, le dice cómo evitar
la muerte que le tiene preparada el yogui siniestro tras haberle
entregado el cadáver habitado.
El
ciclo termina con la historia en la que el rey es personaje de su
propia narrativa, ya no sólo quien carga al hombro al narrador. La
argucia planeada por el vetala y ejecutada por el rey termina en éxito:
en lo inmediato, la decapitación del yogui siniestro, el verdadero
villano de la historia; más allá: su triunfo político y material, en
esta vida, y la unión espiritual con Shiva después.
Cabezas cambiadas.
La recepción inicial de dichos cuentos en Occidente se dio en un siglo
(el XIX) de esplendor de la literatura fantástica y gótica, lo que
afectó su lectura, por ejemplo, al asimilarse el vetala al vampiro, o
también se puede objetar la aplicación de la categoría de “fantásticas” a
tales narraciones.
Además, habría que ver otras propuestas, como, por ejemplo, ya en el siglo XX, la de Thomas Mann con su novela corta Las cabezas trocadas, donde retoma uno de los cuentos.
En
dicha narración, una joven viaja con su esposo y con su hermano, ambos
hombres grandes devotos de Kali. El esposo visita un templo de la diosa
y, en éxtasis de fe, se corta la cabeza con una espada (ha de saberse
que Kali solo acepta ofrendas sangrientas de animales machos). Lo mismo
hace el hermano de la mujer.
Ella
después encontrará sus troncos y testas. Impresionada, pide devotamente
a la diosa el poder para juntar las cabezas a sus cuerpos, de modo que
los hombres vuelvan a la vida. Esto ocurre, pero la mujer, en su prisa
emocional y en la penumbra del recinto, confunde los miembros, y la
cabeza del hermano coronará el cuerpo de su marido, y la de su esposo,
el del hermano.
¿A quién habrá de
seguir la mujer como esposa?, pregunta el vetala al rey. Este no se
resiste y responde acertadamente –según la cultura hindú– que siga al
cuerpo del hermano con la cabeza del marido pues esta manda sobre aquel y
define al ser humano. A diferencia de Vikram, Thomas Mann indaga otra
posible respuesta.
No llamemos
‘vampiro’ al vetala, no sometamos al extraño al lecho de Procusto de
nuestro sistema de categorías. Ampliemos nuestro vocabulario y, de paso,
nuestro mundo, con un concepto y un mito nuevos y hasta con una palabra
fácil de decir, sonora, rotunda, como la propia colección de historias:
vetala'
El autor
es escritor costarricense. Por su novela ‘Faustófeles’ (Uruk, Editores)
recibió el Premio de la Academia Costarricense de la Lengua del 2010.
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