Murales
Incense
Conde Nast:
Vogue
Vanity Fair
Luke1:9
"According to the custom of the priest's office, his lot was to burn incense when he went into the temple of the Lord."
Madame X (Madame Pierre Gautreau)
John Singer Sargent
(American, Florence 1856–1925 London)
Madame Pierre Gautreau (the Louisiana-born Virginie Amélie Avegno;
1859–1915) was known in Paris for her artful appearance. Sargent hoped
to enhance his reputation by painting and exhibiting her portrait.
Working without a commission but with his sitter’s complicity, he
emphasized her daring personal style, showing the right strap of her
gown slipping from her shoulder. At the Salon of 1884, the portrait
received more ridicule than praise. Sargent repainted the shoulder strap
and kept the work for over thirty years. When, eventually, he sold it
to the Metropolitan, he commented, “I suppose it is the best thing I
have done,” but asked that the Museum disguise the sitter’s name.
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El polémico y sensual retrato de ‘Madame X’
Se llamaba Virginie Amélie Avegno Gautreau, pero ha pasado a la historia con el nombre, mucho más sugerente y misterioso, de ‘Madame X’.
A pesar del apelativo, la joven era bien conocida por la sociedad
parisina de finales del siglo XIX. Un detalle este que –junto a su
belleza inusual–, llevó al pintor John Singer Sargent a
querer retratarla. Ni uno ni otro podían imaginar es que aquella
pintura iba a provocar un escándalo que cambiaría para siempre la
carrera artística del pintor.
Virginie Amélie era
una hermosa joven de origen estadounidense (había nacido en Nueva
Orleans, aunque residía en Francia desde los ocho años), y estaba casada
con un adinerado banquero y hombre de negocios francés, Pierre Gautreau.
Tanto su singular belleza como los continuos rumores sobre múltiples infidelidades la habían convertido en toda una celebridad en
los exclusivos ambientes de la alta sociedad parisina, por lo que
cuando Sargent oyó hablar de ella, pensó que si realizaba un retrato de
la dama podría abrirse las puertas como retratista de la burguesía
francesa.
El pintor no
tardó en ponerse en contacto con ella por mediación de un amigo común
y, aunque anteriormente la dama había rechazado ofertas similares, con
Sargent hizo una excepción, quizá porque el joven artista era también un
estadounidense emigrado.
Así fue como
en el año 1883 Sargent comenzó a realizar distintos bocetos y pinturas
preparatorias de la joven dama, a la que tuvo ocasión de retratar en sus
residencias de París y la Bretaña.
El retrato no tardó en convertirse en una ardua tarea para el artista, pues a las numerosas interrupciones que se producían como consecuencia de los compromisos sociales de Madame Gautreau, había que sumar las continuas quejas de la joven sobre lo tediosas que le resultaban las sesiones de posado.
De hecho,
Sargent llegó a escribir al respecto, lamentándose con amargura de la
“belleza imposible de pintar y la pereza sin remedio” de la adinerada
dama.
Pese a los
inconvenientes y las continuas pruebas, en 1884 la obra estaba lista
para ser expuesta, y tanto el artista como la modelo estaban contentos
con el resultado. De hecho, Madame Gautreau estaba convencida de que su
compatriota había logrado crear una obra maestra con su retrato.
Por
desgracia, la decepción –para ambos– no tardaría en llegar. La pintura
se expuso por primera vez en el importante e influyente Salón de París de aquel año, e inmediatamente se convirtió en un escándalo que acaparó los cuchicheos de la alta sociedad y la prensa del momento.
Sargent había cometido el “pecado” de retratar a la joven en una pose altiva y excesivamente sensual para la rígida moral de la época pues, además de un mostrar un sugerente escote, uno de los tirantes del vestido aparecía caído sobre el hombro derecho de la dama.
El hecho puede parecer hoy anecdótico e incluso inocente, pero en aquellos años de finales del siglo XIX fue interpretado como un signo de sexualidad explícita,
pues el tirante caído daba alas a la imaginación sugiriendo un vestido
que podía aflojarse en cualquier momento, mostrando más de lo debido.
El escándalo
no habría sido tal si Sargent hubiese retratado un desnudo de tema
mitológico –una situación aceptada en la época–, pero en este caso no
sólo se conocía de sobra a la dama –pese a que el artista había titulado
el lienzo como ‘Madame ****'–, sino que además recaían sobre ella numerosos rumores de repetidas infidelidades a su marido.
El revuelo
llegó a tal punto que la madre de la joven pidió a Sargent que retirara
la obra del Salón. El artista estadounidense se negó a hacerlo, pero sí cambió el título de la obra por el de ‘Madame X’, y repintó el lienzo para colocar el tirante en una posición menos comprometedora.
Por desgracia para entonces ya era demasiado tarde, y el escándalo fue tan sonoro que incluso el joven y prometedor artista pensó seriamente en abandonar la pintura y dedicarse a la música,
otra de sus pasiones. Afortunadamente, Sargent optó por mudarse a
Londres, donde el escándalo no solo no afectó a sus encargos, sino que
aumentó su clientela, aunque desde entonces sus pinturas fueron siempre
menos “audaces”.
Con el paso
de los años el artista estadounidense mostró el retrato de ‘Madame X’ en
varias exposiciones internacionales, hasta que finalmente el Metropolitan de Nueva York lo compró en 1916, un año después de la muerte de Madame Gautreau.
Para
entonces, el “disgusto” causado por la polémica se había desvanecido, y
el propio artista consideraba aquel retrato de la sensual ‘Madame X’
como su obra cumbre: “Supongo que es lo mejor que he pintado”, confesó en una carta al entonces director del Metropolitan, donde sigue la pintura hoy en día.
Por suerte para los más curiosos, al otro lado del Atlántico, en el Tate Modern de Londres,
se conserva un boceto inacabado en el que la sensual dama parisina
aparece retratada tal y como Sargent concibió en un principio: sin el minúsculo y polémico tirante.
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