San Sebastián
La novela secreta de los beats
En 1944, William Burroughs y Jack Kerouac, por entonces aspirantes a escritores, se vieron envueltos en la estela de un asesinato que escandalizó Nueva York. El episodio inspiró una narración a cuatro manos que permaneció inédita hasta ahora. Además de un fragmento de la obra, ofrecemos la crónica de su gestación y del nacimiento de la contraculturaPor John Walsh
The Independent
Londres, 2008
Los admiradores de la generación beat saben desde hace años de la existencia de la "Novela del Origen", pero tuvieron que esperar la muerte de un periodista de United Press International para verla en letra impresa. La publicación, en noviembre pasado, de And the Hippos Were Boiled In Their Tanks, [literalmente, "Y los hipopótamos fueron hervidos en sus tanques"] de William S. Burroughs y Jack Kerouac, es un acontecimiento literario, no sólo porque confederó a dos de los tres escritores beat más destacados, sino porque el libro relata una historia –de amistad masculina, obsesión gay y asesinato– que llegó a fascinar a una veintena de escritores estadounidenses. Los lectores que piensan que la obra maestra de Kerouac, En el camino, publicada en 1957, fue su obra de juventud, se asombran al constatar que Hippos... fue escrita en 1944. El protobeat tenía entonces apenas 22 años, y era "un extraño y solitario místico católico" de Lowell, Massachusetts. Su amigo Burroughs, frío, aterrador y entendido en conductas extremas, tenía 30 años; su época de éxito con El almuerzo desnudo y Junkie empezaría más tarde, en 1959. El tercero de esta troika de visionarios "volados", drogones y sexualmente ambiguos era Allen Ginsberg, el desgarbado poeta judío vorazmente homosexual, cuyo innovador libro, Aullido y otros poemas, fue publicado en 1956.
Una década antes de concitar la atención pública, los tres estuvieron implicados en el caso Carr-Kammerer. Un noche del verano de 1943, Ginsberg, estudiante de la Universidad de Columbia, escuchó música procedente de la residencia estudiantil del Union Theological Seminary. Llamó a la puerta y preguntó qué era (el Trío n° 1 de Brahms). El admirador de Brahms era Lucien Carr, de St. Louis, Missouri. Entablaron conversación y se hicieron amigos. Carr llevó a Ginsberg a Greenwich Village y les presentó a David Kammerer y al más viejo amigo de Kammerer, William Burroughs, también originario de St. Louis.
Cuando llegó Navidad, se produjeron encuentros trascendentales. Carr conoció a Edie Parker, una rica mujer de Detroit que era novia de Jack Kerouac. Kerouac estaba ausente, en el mar, pero cuando volvió, Edie se lo presentó a Carr en su casa. Carr llevó a Edie a conocer a Ginsberg y le dio a éste la dirección de Kerouac. El primer encuentro de los héroes beat se produjo, prosaicamente, a la hora del desayuno; los tres hablaron de poesía durante horas y más tarde le hicieron una formal visita conjunta a Burroughs para ver qué podían aprender de él. Fue un banquete literario en permanente expansión.
Durante los meses que siguieron, los nuevos amigos se reunieron en el departamento de Edie de la calle 118 y Avenida Amsterdam. Kerouac se instaló allí a vivir con ella y su compañera de departamento, Joan Vollmer, quien más tarde se casó con Burroughs y terminaría muerta de un disparo en 1951, cuando Burroughs, ebrio, se propuso jugar a Guillermo Tell con ella. Por el momento, sin embargo, era una bendición, al final de una guerra titánica, encontrarse en el núcleo de una nueva generación de escritores.
Los acontecimientos verdaderos en los que se basa el libro ocurrieron durante las primeras horas del lunes 16 de agosto de 1944. Carr y Kammerer caminaban junto al río Hudson en Riverside Park, en el Upper West Side neoyorquino. Lucien Carr tenía 19 años y era esbelto, rubio y apuesto. Kammerer tenía 33, un metro noventa, era atlético y musculoso. Se habían conocido en St Louis en 1936, cuando Carr tenía 11 años, y más tarde se habían visto con frecuencia en la Universidad George Washington, donde Carr había participado en los paseos en bicicleta por entornos naturales que organizaba Kammerer, quien se desempeñaba como instructor de educación física. Kammerer era gay y durante años había estado obsesionado sexualmente por Carr.
Los dos hombres estaban ebrios. Se pelearon y rodaron sobre la hierba. Kammerer hizo lo que los diarios calificaron como "una propuesta indecente", presumiblemente acompañándola con la acción. Carr respondió con furia. Apuñaló dos veces en el pecho a Kammerer con una pequeña navaja de boy-scout. Después puso piedras en el bolsillo del otro y lo arrojó al Hudson.
Terriblemente perturbado, fue a ver a Burroughs, quien le recomendó que le contara lo ocurrido a su familia y que consultara a un abogado. En vez de seguir el consejo, Carr fue a ver a Kerouac, quien estuvo con él todo el día: lo llevó a una galería de arte y al cine a ver el nuevo film de Korda, Las cuatro plumas, y vio cómo el joven se deshacía de la navaja arrojándola a una alcantarilla y de los anteojos del muerto, abandonándolos en el parque.
Incapaz de tolerar la culpa, Carr fue a la policía y confesó su crimen. Los guardacostas encontraron el cuerpo de Kammerer en el río y Carr fue acusado de asesinato en segundo grado. Kerouac fue arrestado como testigo material y se salvó por poco de un cargo por complicidad. Cuando Leo, el padre de Kerouac, se negó a pagar los cien dólares de la fianza de su hijo, Kerouac y Edie se casaron en la cárcel para que la familia de ella pagara la fianza.
El juicio se celebró el 15 de septiembre de 1944 y Lucien Carr fue condenado a un máximo de diez años de cárcel. En cuanto se anunció la sentencia, varios escribas de Nueva York se pusieron a redactar sus versiones del crimen. Ginsberg escribió un borrador de su novela Bloodsong, pero el vicedecano de Columbia lo desalentó, tras decidir que la universidad podía prescindir de una mayor notoriedad. El poeta John Hollander escribió sobre el caso para el Columbia Spectator, el periódico de la universidad. Entre otros que se sintieron intrigados por el homicidio, un crimen pasional gay, se contaron James Baldwin y un joven corrector de la revista The New Yorker llamado Truman Capote.
En octubre de 1944, tras pasar un período con sus padres, Burroughs se mudó a un departamento en Riverside Drive y reanudó sus visitas al departamento que compartían Edie, Joan y Kerouac. Allí fue donde ambos hombres empezaron a colaborar para escribir la novela basada en el asesinato de Kammerer.
Escribieron capítulos alternados, Burroughs como "Will Dennison", un barman de Nueva York, y Kerouac como "Mike Ryko", descripto como "un finlandés pelirrojo, de 19 años, una suerte de marino mercante vestido con sucio uniforme caqui". Aunque muchos de los intereses temáticos y las posteriores obsesiones de Burroughs –drogas, muerte violenta, prostitutas, sexualidad gay, vasos rotos– son evidentes desde el primer momento, el joven Kerouac no se quedó atrás del impávido sabio. "Existía una clara división del material, que establecía quién escribía qué cosa", le dijo Burroughs a su biógrafo Ted Morgan. "No pretendíamos precisión literal, sino tan sólo una aproximación. Nos divertimos escribiendo eso. Por supuesto, lo que escribimos estaba determinado por los hechos reales… es decir, Jack sabía una parte y yo otra. Y ficcionalizamos. En realidad, el crimen se cometió con un cuchillo, no con un hacha. Tuve que disfrazar a los personajes, así que convertí al personaje de Lucien en un turco."
Encontraron una agente, Madeline Brennan, quien elogió el manuscrito y lo hizo circular en algunas editoriales. Durante un tiempo, las cosas parecieron promisorias. El 14 de marzo de 1945, Kerouac le escribió una carta a su hermana Caroline: "Por ser la clase de libro que es (un retrato del segmento ‘perdido’ de nuestra generación, nada sentimental, honesto y sensacionalmente real), es bueno, pero no sabemos si esa clase de libros interesa en este momento, aunque después de la guerra sin duda habrá una verdadera oleada de libros de ‘la generación perdida’ y el nuestro es imbatible en ese campo".
Imaginemos a los editores estadounidenses de 1945 ante todas esas referencias a la droga, las palabras soeces, el contexto gay ("Este Phillip es la clase de muchacho a quien los maricones literarios suelen escribirle sonetos, que empiezan: ‘Oh tú, efebo griego de cabellos color ala de cuervo…") y los momentos alucinatorios (como el pasaje en que dos de los personajes mastican vidrio roto en el capítulo uno), y decidiendo que publicarla sería buscarse demasiados problemas. Ningún editor la aceptó. Burroughs se mostró estoico. "No era suficientemente sensacionalista ni tampoco estaba tan bien escrito ni era suficientemente interesante desde un punto de vista literario. Era algo más bien intermedio. Su espíritu era existencialista, una tendencia que prevalecía en esa época, pero que todavía no había llegado a Estados Unidos. Simplemente, no era comercialmente viable."
Es fácil encontrar al verdadero Kerouac y al verdadero Burroughs escondidos detrás de sus narradores, y ver a Carr y a Kammerer tras las figuras de Phillip Tourian y Ramsay Allen. La conversación en la que Phillip le pregunta a Mike a qué lugar navegará exactamente ahora es un reflejo de lo que Carr podría haberle dicho a Kerouac pocas semanas antes.
Los dos hombres fueron amigos durante toda la vida, pero el libro a veces se interpuso entre ellos. Carr obtuvo su libertad bajo palabra después de dos años de cárcel, se reinventó como Lou Carr, encontró empleo en la agencia de noticias United Press International (UPI), se casó, fundó una familia y trató de bloquear todos los intentos de relatar la historia del homicidio. Pidió que su nombre se eliminara de las dedicatorias (un verdadero honor) que Ginsberg había puesto en Aullido.
Kerouac, mientras tanto, siguió esperando que algún editor publicara Hippos..., cuyo título había sido tomado de la crónica radial sobre un incendio en el zoológico de St. Louis. A fines de la década de 1950 y durante la de 1960, aterrorizó a Carr hablando de la posibilidad de revivir la novela. Finalmente contó la historia con nombres ficticios en su novela autobiográfica Vanity of Duluoz. Luego, una biografía de Kerouac, publicada en 1973 y escrita por Ann Charters, volvió a poner sobre el tapete la muerte de Kammerer, y un artículo de la revista New York, de abril de 1976, incluyó fragmentos de la novela como si fueran hechos reales. Carr se sintió mortificado de que reapareciera su pasado homicida y que sus nuevos colegas pudieran enterarse. Burroughs ayudó a su amigo a demandar a la revista y ganó el derecho de compartir el control sobre el libro en el futuro.
El albacea de Burroughs, James Grauerholz, visitó a Carr tras la muerte de Burroughs en 1997, y le prometió que no autorizaría la publicación de la novela en vida de Carr. Éste murió en 2005 y es por eso que hoy podemos leer este libro.
No es la más sofisticada de las novelas policiales y no muestra a ninguno de los dos escritores en sus mejores momentos. Pero evoca una época, hacia el final de la guerra, y un lugar, Manhattan, que se ha contaminado llenándose de alcohol, prostitutas, marineros, homosexuales y almas perdidas, todos ellos preguntándose cuándo volverá a arrancar el mundo. Es una fascinante instantánea de una época perdida. Si uno está buscando el vínculo entre los impotentes errabundos de posguerra de París era una fiesta, de Ernest Hemingway, los tipos que viven en los bares de Última salida a Brooklyn, de Hubert Selby Jr. y los jóvenes reventados de Menos que cero, de Bret Easton Ellis, ya no tendrá que continuar la búsqueda.
[Traducción: Mirta Rosenberg] LA NACION
The young generation: Burroughs and Kerouac - an unpublished collaboration
In 1944, two aspiring writers named William Burroughs and Jack Kerouac were implicated in a murder that scandalised New York. The episode inspired a collaboration, a debut that remained unpublished – until now. John Walsh gives the lowdown on the novel that set them on the road
Monday, 3 November 2008
REX FEATURES
Fans of the Beat generation have known for years about The Novel That Kicked It All Off, but they've had to wait until the death of a journalist at United Press International for it to be published. The appearance in print of And the Hippos Were Boiled In Their Tanks by William S Burroughs and Jack Kerouac is a literary event, not only because it drew two of the three leading Beat writers into confederacy, but because the book told a story – of male friendship, gay obsession and murder – that came to fascinate a score of American authors. Readers who think Kerouac's 1957 masterpiece On the Road was a young man's book are startled to find that Hippos was written in 1944. The proto-Beat was only 22, a "strange solitary Catholic mystic" from Lowell, Massachusetts. His friend Burroughs, cold, scary and a connoisseur of extreme behaviour, was 30; his years of success with Naked Lunch and Junky came later, in 1959. The third of their troika of strung-out, druggy, sexually ambiguous visionaries was Allen Ginsberg, the gawky, Jewish, voraciously homosexual poet, whose ground-breaking Howl and Other Poems was published in 1956.
A decade before they came to public attention, all were involved in the Carr-Kammerer case. One night in summer 1943, Ginsberg, a Columbia University student, heard music in the dormitory of the Union Theological Seminary. He knocked on the door and asked what it was (Brahms's Trio No 1.) The Brahms fan was Lucien Carr from St Louis, Missouri. They talked and became friends. Carr took Ginsberg to Greenwich Village and introduced him to David Kammerer and to Kammerer's oldest friend, William Burroughs, also from St Louis.
As Christmas approached, momentous meetings occurred. Carr met Edie Parker, a rich Detroit woman and the girlfriend of Jack Kerouac. Kerouac was away at sea but, on his return, Edie introduced him to Carr in her apartment. Carr took Edie to meet Ginsberg, and gave him Kerouac's address. The Beat heroes' first meeting was, prosaically, at breakfast-time; they discussed poetry for hours and later paid a joint formal visit to Burroughs to see what they could learn. It was an ever-expanding literary party.
In the following months, the new friends met in Edie's apartment at 118th Street and Amsterdam Ave. Kerouac came to live with her and her flatmate, Joan Vollman, who later married Burroughs and was shot by him, when a drinking game went wrong, in 1951. For now, though, it was bliss, at the end of a titanic war, to be at the heart of a new generation of writers.
The real-life events behind the book occurred in the early hours of Monday morning, 16 August 1944. Carr and Kammerer were walking beside the Hudson in Riverside Park on New York's Upper West Side. Lucien Carr was 19, slight, blond and good-looking. Kammerer was 33, 6ft tall, athletic, muscular. They'd met in St Louis in 1936, when Carr was 11, and later at George Washington University, when Carr joined nature hikes conducted by Kammerer, the PE instructor. Kammerer was gay and had for years been sexually obsessed with Carr.
Both men were drunk. They quarrelled and rolled on the grass. Kammerer made what the papers called "an indecent proposal", presumably backing it up with action. Carr responded with fury. He stabbed Kammerer twice in the chest with a little Boy Scout knife. Then he put some rocks in the bleeding man's pockets and rolled him into the Hudson.
In disarray, he went to Burroughs, who recommended that he tell his family and consult a lawyer. Instead, he went to see Kerouac, who hung out with him all next day, took him to an art gallery and the new Korda movie The Four Feathers, and watched him dispose of the knife down a sewer and get rid of the dead man's spectacles in the park.
Unable to stand the guilt, Carr went to the police and confessed. Coastguards found Kammerer's body in the river, and Carr was accused of second-degree murder. Kerouac was arrested as a material witness and narrowly missed being charged as an accessory. In an odd twist, when Kerouac's father Leo refused to pay $100 for his son's bail, Kerouac and Edie got married in jail so that her family would pay his bail.
The trial took place on 15 September 1944, and Lucien Carr was sentenced to a maximum of 10 years in jail. No sooner was the sentence announced than several New York scribes began writing their versions of the killing. Ginsberg wrote a draft of The Bloodsong, which recreated Kammerer's last hours, but was discouraged by the assistant dean of Columbia, who decided the university could live without more notoriety. The poet John Hollander wrote about it for the Columbia Spectator. Among others intrigued by the crime-of-passion gay homicide were James Baldwin, and a young copy-boy at the The New Yorker called Truman Capote.
In October 1944, after a period staying with his parents, Burroughs moved into an apartment on Riverside Drive and resumed calling on the apartment shared by Edie, Joan and Kerouac. It was here that the two men began collaborating on their joint novel based on the Kammerer murder.
They wrote alternate chapters, Burroughs as "Will Dennison," a New York bartender, Kerouac as "Mike Ryko," described as "a 19-year-old, red-haired Finn, a sort of merchant seaman dressed in dirty khaki". While many of Burroughs' thematic interests and later obsessions – drugs, violent death, hustlers, gay sex, broken glass – are apparent from an early stage, the young Kerouac held his own against the chilly sage. "There was a clear separation of material as to who wrote what," Burroughs told his biographer, Ted Morgan. "We weren't trying for literal accuracy at all, just some approximation. We had fun doing it. Of course what we wrote was dictated by the actual course of events – that is, Jack knew one thing and I knew another. We fictionalised. The killing was actually done with a knife, it wasn't done with a hatchet at all. I had to disguise the characters, so I made Lucien's character a Turk."
They found an agent, Madeline Brennan, who praised the manuscript and hawked it around some publishers. For a time, things looked promising. On 14 March 1945, Kerouac wrote a letter to his sister Caroline: "For the kind of book it is – a portrait of the 'lost' segment of our generation, hard-boiled, honest and sensationally real – it is good, but we don't know if those kinds of books are much in demand now, although after the war there will no doubt be a veritable rash of 'lost generation' books and ours in that field can't be beat."
You can imagine American publishers in 1945 inspecting the junkie references, the F-words, the gay context ("This Phillip is the kind of boy literary fags write sonnets to, which start out, 'O raven-haired Grecian lad...'") and the hallucinogenic moments – like when two of the characters chew broken glass in Chapter One – and deciding it was too much trouble. None took it on. Burroughs was stoic. "It wasn't sensational enough to make it from that point of view, nor was it well-written or interesting enough to make it from a purely literary point of view. It sort of fell in-between. It was very much in the Existentialist genre, the prevailing mode of the period, but that hadn't hit America yet. It just wasn't a commercially viable property."
It's easy to spot the real Kerouac and Burroughs behind their narrators, and to see Carr and Kammerer behind the figures of Phillip Tourian and Ramsay Allen. The conversation in which Phillip asks Mike when next he's going to sea exactly mirrors what Carr would have said to Kerouac a few weeks before.
The two men stayed friends for life, but the book sometimes came between them. When Carr was released on parole after serving two years, he reinvented himself as Lou Carr, found a job at UPI, the news service, got married, started a family and tried to block any attempts to re-tell the Columbia manslaughter story. He asked for his name to be removed from the dedication (a signal honour) to Ginsberg's Howl.
Kerouac, meanwhile, kept hoping some publisher would bring out Hippos. In the late 1950s and 1960s, he terrified Carr by talking about reviving it. Eventually he told the story under fictional names in his autobiographical novel, Vanity of Duluoz. Then a 1973 biography of Kerouac by Ann Charters brought up the death of Kammerer, and an article in New York magazine, in April 1976, included extracts from Hippos as if they were hard facts. Carr was mortified to have his homicidal past dragged up for his new colleagues to read. Burroughs helped his friend by suing the magazine, and won the right to share control over the book's future.
Burroughs's executor, James Grauerholz, visited Carr after Burroughs died in 1997 and promised he wouldn't allow publication of the novel while Carr was alive. Carr died in 2005, which is why you can read the book at last.
It's not the most sophisticated crime novel, and it doesn't show either writer at his best. But it evokes a time, towards the end of the war, and a place, Manhattan, that's become sour with drunks, whores, sailors, faggots and lost souls, all wondering when the world is going to re-start. It's a fascinating snapshot from a lost era. If you're looking for the link between Hemingway's impotent post-war drifters in The Sun Also Rises, the barflies and Tralalas of Last Exit to Brooklyn and the zonked-out kids of Bret Easton Ellis's Less Than Zero, look no further.
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