Borges por Bioy
Enesta ocasión, cambiaré mi título al tiempo presente, ya que, aún, no
pude llegar al punto final de este libro densísimo que escribió Adolfo
Bioy Casares sobre su amigo de siempre: Jorge Luis Borges.
Elvolumen, pesadísimo, contiene 1600 páginas de una especie de diario que
Bioy llevó cronológicamente desde la época en que conoció a Borges
hasta 1989.
El libro está armado año por año y en fechas periódicas y son, apenas,
apuntes donde, siempre, se perfila la figura de Borges, ya sea dando
opiniones literarias o bien emitiendo juicios de valor sobre colegas
vivos y muertos.
La importancia del libro (si es que se puede hablar de “importancia”)
es esa tentación al chisme, a introducirse –aunque sea
superficialmente- en el pensamiento y en la personalidad de Borges. La
escritura de Bioy acompaña estas semblanzas y el entorno en donde se
mueven los dos personajes no sale, para nada, bien parado en este
libro. Las mujeres que rodean a este micromundo, son o tilingas o
necias, desde Estela Canto al que Borges no le dedica demasiada
importancia hasta Susana Bombal o Margarita Abella Caprile, para
quienes hay, dentro del libro, juicios lapidarios sobre su personalidad
y su literatura.
Nadie se salva, salvo algunas excepciones. Ni siquiera los escritores
de antaño para quienes Borges tiene algunas frases que son demoledoras.
En esa volteada, caen los poetas franceses, Shakespeare, Milton, Blake,
Quevedo; da la impresión que lo que Bioy vuelca, son apreciaciones de
entrecasa donde aparece la contracara de juicios de valor más serios.
Ni hablar de lo que Borges opina sobre Ricardo Güiraldes o la poesía de
Carlos Mastronardi; lo que dice de Lugones, de Roberto Arlt, cómo
califica a Conrado Nalé Roxlo. Juicios que parecen arbitrarios e
injustos, pero que no desmienten, para nada, la acidez de ciertos
conceptos, el humor, a veces, en otros y la ironía siempre presente.
Este Borges queda muy al desnudo, merced a este “alter ego” que es
Bioy, anfitrión permanente de las tenidas gastronómicas de Borges, ya
que en el diario, el autor de “La invención de Morel” se la pasa
diciendo: “come en casa Borges”. Del libro se desprende el trabajo
compartido por ambos, los problemas de todo escritor frente al editor,
su profundo antiperonismo (Borges, sobre todo, tiene frases de mucho
odio hacia el Gral. Perón) y ciertas minúsculas polémicas con respecto
al destino de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) donde Borges
participaba como directivo.
Hay un gran resentimiento de Borges hacia Ezequiel Martínez Estrada al
que califica de “canalla”; y está, también, presente en el libro su
lucha contra la ceguera, sometiéndose a variadas consultas médicas para
tratar de remediar su problema.
No es un libro para público; es más bien para literatos que quieren
introducirse en la chismografía. La figura de Borges se empaña con
estas anécdotas, pero también lo revelan como ser humano; Bioy aparece,
en el libro, como su sombra, coincidiendo, generalmente, con los
juicios del gran escritor, una especie de Boswell con respecto al
doctor Johnson; y todo el diario demuestra, en Bioy, su dilettantismo.
Silvina Ocampo, su esposa, apenas si opina con alguna acotación en esas
cenas en su casa, frecuentada por Borges y, también, a veces, por
escritores como Manuel Peyrou, Rodolfo Wilcock, José Bianco, Silvina
Bullrich y algún otro.
Un libro que no aporta demasiado, salvo, como ya dije, esa curiosidad
por descorrer el velo de alguien que, como escritor, fue perfecto, a
pesar de que su vida no se caracterizó por grandes acontecimientos.
Muchas de las cosas que escribió Bioy son superficiales; otras tienen
códigos incomprensibles; parece raro que, a veces, los personajes
inserten líneas en otro idioma en medio de una conversación. En fin,
hay algo de snobismo en estas abundantes páginas dedicadas al autor de
“El Aleph”.
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