Hummingbird
Raven
Iceland
Kenningar
Walk
Talk
Tango
Psalm 18:10
"And he rode upon a cherub, and did fly: yea, he did fly upon the wings of the wind."
Empiezo por el más insidioso de los ejemplos: un verso de los muchos interpolados en la Saga de Grettir.
El héroe mató al hijo de Mak;
hubo tempestad de espadas y alimento de cuervos.
Noticia de los Kenningar
Jorge Luis Borges
Male Allen's Hummingbird by geckonia
Construcciones poéticas vikingas: las kenningar
Raven
dendroica: necronosferatusxanctus: Northern raven - Corvus Corax ♥♥ (un)common raven by Tom Spross
Tango
Faroe Islands
Chess: "Israel" "Hummingbird" "Iceland" "Raven" "Kenningar " "Walk" "Talk" "Tango"
Historia
de la eternidad
Jorge Luis Borges
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Una de las más frías aberraciones que las historiasliterarias registran, son las
menciones enigmáticas o kenningar de la poesía de Islandia. Cundieron hacia el año
100: tiempo en que los thulir o rapsodas repetidores anónimos fueron desposeídos
por los escaldos, poetas de intención personal. Es común atribuirlas
a decadencia; pero ese depresivo dictamen, válido o no, correspon de a la solución del
problema,
problema,
no a su planteo. Bástenos reconocer por ahora que fueron el primer deliberado goce verbal de
una
literatura instintiva.
una
literatura instintiva.
Empiezo por el más insidioso de los ejemplos: un verso de los muchos interpolados
en la Saga de Grettir. El héroe mató al hijo de Mak; Hubo tempestad de espadas y
alimento de cuervos.
alimento de cuervos.
En tan ilustre línea, la buena contraposición de las dos metáforas —tumultuosa la
una, cruel y detenida la otra— engaña ventajosamente al lector, permitiéndole
suponer que se trata de una sola fuerte intuición de un combate y su resto. Otra es
la desairada verdad. Alimento de cuervos—confesémoslo de una vez— es uno de
los prefijados sinónimos de cadáver, así. como tempestad de espadaslo es de batalla.
Esas equivalencias eran precisamente las kenningar.
Retenerlas y aplicarlas sin repetirse, era el ansioso ideal de esos primitivos hombres de
letras. En buena cantidad, permitían salvar las dificultades de una métrica rigurosa, muy
exigente de
letras. En buena cantidad, permitían salvar las dificultades de una métrica rigurosa, muy
exigente de
aliteración y rima interior. Su empleo disponible, incoherente, puede observarse en
estas líneas: El aniquilador de la prole de los gigantes
Quebró al fuerte bisonte de la pradera de la gaviota. Así los dioses, mientras el
guardián de la
campana
guardián de la
campana
se lamentaba,
Destrozaron el halcón de la ribera.De poco le valió el rey de los griegos
Destrozaron el halcón de la ribera.De poco le valió el rey de los griegos
Al caballo que corre por arrecifes.
El aniquilador de las crías de los gigantes es el rojizo Thor. El guardián de la
campana es un ministro de la nueva fe, según su atributo. El rey de los griegos es
Jesucristo, por la distraída razón de que ése es uno de los nombres del emperador
Jesucristo, por la distraída razón de que ése es uno de los nombres del emperador
de Constantinopla y de que Jesucristo no es menos. El bisonte del prado de la
gaviota, el halcón de la ribera y el caballo que corre por arrecifes no son tres
animales anómalos, sino una sola nave maltrecha. De esas penosas ecuaciones
sintácticas la primera es de segundo grado, puesto que la pradera de la gaviota ya
es un nombre del mar... Desatados esos nudos parciales, dejo al lector la clarificación
total de las líneas, un poco
total de las líneas, un poco
décevante por cierto. La Saga de Njal las pone en la boca plutónica de Steinvora, madre
de Re
f el Escaldo, que narra acto
de Re
f el Escaldo, que narra acto
continuo en lúcida prosa cómo el tremendo Thor lo q
uiso pelear a Jesús, y éste no
se animó. Niedner, el germanista, venera lo "humano
-contradictorio" de esas
figuras y las propone al interés "de nuestra modern
a poesía, ansiosa de valores de
realidad.Otro ejemplo unos versos de Egil Skalagrímsson:
Noticia de los Kenningar
Jorge Luis Borges
Una de las más frías aberraciones que las historias
literarias registran, son las menciones enigmáticas o
kenningar de la poesía de Islandia.
Cundieron a principios del 1200: tiempo en que los
thulir o rapsodas repetidores anónimos
fueron desposeídos por los
escaldos, poetas de intención
personal. Es común atribuirlas a decadencia; pero ese depresivo
dictamen, válido o no, corresponde a la solución del problema, no
a su planteo. Bástenos reconocer por ahora que fueron el primer
deliberado goce verbal de una literatura instintiva.
Empiezo por el más insidioso de los ejemplos: un verso de
los muchos interpolados en la Saga de Grettir.
|
En tan ilustre línea, la buena contraposición de
las dos metáforas -tumultuosa la una, cruel y detenida la otra-
engaña ventajosamente al
—203→
lector, permitiéndole
suponer que se trata de una sola fuerte intuición de un combate y su
resto. Otra es la desairada verdad.
Alimento de cuervos -confesémoslo de
una vez- es uno de los prefijados sinónimos de
cadáver, así como
tempestad de espadas lo es de
batalla. Esas equivalencias eran precisamente
los
kenningar. Retenerlas y aplicarlas sin
repetirse, era el ansioso ideal de esos primitivos hombres de letras. Su empleo
disponible, incoherente, puede verificarse en esta canción:
El aniquilador de las crías de los gigantes es el rojizo
Thor. El guardián de la campana es un ministro de la nueva fe,
según su atributo. El bisonte del prado de la gaviota, el halcón
de la ribera y el caballo que corre por arrecifes no son tres animales
irregulares, sino una sola nave maltrecha. De esas penosas ecuaciones
sintácticas la primera es de segundo grado, puesto que la pradera de la
gaviota ya es un
kenning del mar... Desatados esos nudos
parciales, dejo al lector la clarificación total de las líneas,
un poco
décevante por cierto. La
precelente Saga de Njal las pone en la abominable boca plutónica de
Steinvora, madre de Ref el Escaldo, que narra acto continuo en lúcida
prosa cómo el tremendo Thor lo quiso pelear a Jesús, y
éste no se animó.
Predomina el carácter funcional en los
kenningar. Definen los objetos por su figura
menos que por su empleo. Suelen animar lo que tocan, sin perjuicio de invertir
el procedimiento cuando su tema es vivo. Fueron legión y están
suficientemente olvidados: hecho que me ha inducido a compilar un índice
parcial de sus desfallecidas flores retóricas. Entre los libros que
más serviciales me fueron, están la ya mencionada Saga de Njal
(en la versión inglesa de Webbe Dasent, de 1861) y el manual
—204→
Eddalieder de Wilhelm Ranisch. A la generosa
erudición de Raimundo Lida, debo una veintena de ejemplos. En el
índice, no excluyo los
kenningar que ya registré.
gansos de la batalla | las flechas |
árbol de asiento | el banco |
fuego del mar | el oro |
fuego de las olas del mar | |
fuego del Rhin | |
tesoro del dragón | |
bronce de las discordias | |
bosque de la quijada | la barba |
peñasco de los hombros | la cabeza |
castillo del cuerpo | |
caballo del pirata | la nave |
ciervo de mar | |
patín de viking | |
patín de agua | |
padrillo de la ola | |
halcón de la ribera | |
baño del cisne | el mar |
camino de las velas | |
ruta de la ballena | |
campo del viking | |
prado de la gaviota | |
sacudidor del freno | el caballo |
—205→ | |
joyas de la cabeza | los ojos |
teñidor de espadas | el guerrero |
árbol del yelmo | |
señor de la pelea | |
tesoro del pecho | el pensamiento |
señor de anillos | el príncipe |
distribuidor de los tesoros | |
distribuidor de las espadas | |
custodia de las joyas | |
viaje de las olas | la inundación |
fragua del canto | la cabeza del skald |
yelmo del aire | la neblina |
yelmo de la noche | la sombra |
querido alimentador de los lobos | el hacha |
ogra de la batalla | |
encuentro de las fuentes | la batalla |
juego de los filos | |
borrachera de las espadas | |
tempestad de espadas | |
riacho de los lobos | la sangre |
marea de la matanza | |
rocío del muerto | |
sudor de la guerra | |
agua de la espada | |
—206→ | |
espina de la batalla | la espada |
pescado de la batalla | |
roedor de yelmos | |
perro de cadáveres | |
lobo de las heridas | |
rama de las heridas |
Omito los de segundo grado, los obtenidos por combinación
de los anteriores -verbigracia,
el agua de la vara de las heridas, la sangre;
el árbol del encuentro de las fuentes,
el valeroso- y los ocasionales:
el sostén del fuego del mar, una mujer
con un dije de oro cualquiera. (Esa identificación del oro y la llama
-peligro y resplandor- no deja de ser eficaz, como tampoco los cinco
kenningar de la sangre).
Recorrer el índice total de los
kenningar es exponerse a la incómoda
sensación de que muy raras veces ha estado menos ocurrente el misterio
-y más inadecuado y verboso-. Antes de condenarlos, conviene recordar
que su trasposición a un idioma que ignora las palabras compuestas tiene
que agravar su inhabilidad.
Espina de la batalla o aun
espina de batalla o
espina bélica es una desairada
perífrasis;
Kampfdorn o
battle-thorn lo son menos. Así
también, hasta que las exhortaciones gramaticales de nuestro Xul-Solar
no encuentren obediencia, versos como el de Rudyard Kipling:
|
o aquel otro de:
|
serán inimitables e impensables en
español...
Otras apologías no faltan. Una evidente es que esas
inexactas menciones eran estudiadas en fila por los aprendices de
skald, pero no eran
—207→
propuestas
al auditorio de ese modo esquemático, sino entre la agitación de
los versos. (La descarnada fórmula
agua de la espada =
sangre
es acaso ya una traición). Ignoramos
sus leyes: desconocemos los precisos reparos que un juez de
kenningar opondría a una buena
metáfora de Lugones. Apenas si unas palabras nos quedan. Imposible saber
con qué inflexión de voz eran dichas, desde qué caras,
individuales como una música, con qué admirable decisión o
modestia. Lo cierto es que ejercieron algún día su
profesión de asombro y que su gigantesca ineptitud maravilló a
los rojos varones de los desiertos volcánicos y los
fjords, igual que la profunda cerveza
y que los combates de caballos encabritados. No es imposible que una misteriosa
alegría los engendró. Su misma bastedad -peces de la batalla:
espadas- puede responder a un antiguo
humour, a chascos de
hiperbóreos hombrones. Así, en esa metáfora salvaje que he
vuelto a destacar, los guerreros y la batalla se funden en un plano invisible,
donde se agitan las espadas orgánicas y muerden y aborrecen. Esa
imaginación figura también en la Saga de Njal, en una de cuyas
páginas está escrito:
Las espadas saltaron de las vainas, y hachas y lanzas volaron por el aire y pelearon. Las armas los persiguieron con tal ardor que debieron atajarse con los escudos, pero de nuevo muchos fueron heridos y un hombre murió en cada nave. Este signo se vio en las embarcaciones del apóstata Brodir, antes de la batalla que lo deshizo.
Posdata.- Morris, el delicado y fuerte poeta inglés,
intercaló muchos
kenningar en su última epopeya,
Sigurd the Volsung. Transcribo algunos,
ignoro si adaptados o personales o de los dos. Llama de la guerra, la bandera;
marea de la matanza, viento de la guerra, el ataque; mundo de peñascos,
la montaña; bosque de la guerra, bosque de picas, bosque de la batalla,
el ejército; tejido de la espada, la muerte; perdición de Fafnir,
tizón de la pelea, ira de Sigfrido, su espada.
Es sabido que los primitivos nombres del tanque fueron
landship,
—208→
landcruiser, barco de tierra,
acorazado de tierra. Más tarde le pusieron
tanque para despistar. El
kenning original era demasiado evidente.
El ultraísta muerto cuyo fantasma sigue siempre
habitándome, goza con estos juegos. Los dedico a una clara
compañera de los heroicos días. A Norah Lange, cuya sangre los
reconocerá por ventura.
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