Norse
AEL
Gold
Oro
Prov. 10:5
"He that gathereth in summer is a wise son: but he that sleepeth in harvest is a son that causeth shame."
- Chess: "Oro" "Gold" "Prayer" "AEL" "Golden Gate"
MANUEL VICENT 27/06/2009
Laberintos, espejos, tigres y cuchillos, un cúmulo de metáforas, el tiempo como río, la vida como ficción, la muerte como sueño y él mismo como "el otro": con esa materia el destino le obligó a ser Borges, condenado a escribir fábulas sin moraleja
Siendo ciego y poeta se tiene medio camino hecho para llegar a Homero. Si además el poeta ciego es argentino ese camino no puede ser muy largo. No hay que navegar mares azarosos, ni recorrer senderos calcáreos bajo un sol azul de la Argólida entre cabras puntiagudas. Cualquiera que se llame Borges encontrará a Homero en cualquier esquina del barrio de Palermo de Buenos Aires, tomando el té en una confitería. Pero no está claro que Borges fuera realmente ciego. Aunque su abuela paterna murió ciega, su bisabuelo murió ciego y su padre también acabó ciego, puede que la ceguera del escritor fuera sólo la más famosa de sus metáforas. En todo caso Borges ha confesado que su color preferido era el amarillo ámbar, el único que venía en un horizonte imaginario, el mismo que resplandece en la arena infinita del desierto.
En un cruce de caminos Borges un día invocó el azar, echó los dados de ámbar sobre la arena y uno de esos dados le ofreció su séptima cara. En ella había imágenes superpuestas de laberintos, espejos, tigres y cuchillos, todas ineludibles y un cúmulo de metáforas, el tiempo como río, la vida como ficción, la muerte como sueño y él mismo como "el otro": con esa materia el destino le obligó a ser Borges, un escritor condenado a escribir fábulas sin moraleja. Dijo Blake que nada existe si no ha sido imaginado.
Sus primeros recuerdos eran imágenes de un sable que sirvió en el desierto, de un aljibe, de la casa vieja, del silbido de un trasnochador en la vereda. Fue un niño enfermizo vestido de niña al que su madre nunca dejó salir de su placenta. Desde que su padre llevó al adolescente Borges a un prostíbulo de Ginebra para que ejerciera de hombre por primera vez, él vivió a partir de entonces el amor como un ente hipotético siempre frustrado. "Yo que he sido todos los hombres no he sido aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach". Si bien esta mujer fue la heroína de una novela barata, su nombre implica el de todas las mujeres que Borges enamoradizo no pudo conseguir o poseyó a medias. Descubrió una vez con cierta tristeza que se había pasado la vida pensando en una u otra mujer y todas le llevaron a cometer el mayor de los pecados, el no haber sido feliz. Por lo demás Borges navegó todos los mares, cruzó todos los desiertos, recorrió todas las ciudades, varado en un sofá del vestíbulo de infinitos hoteles con las manos apoyadas en el bastón, las córneas acuosas dirigidas a un punto indeterminado de la pared de enfrente donde estaban concentrados todos los mapas.
En la plenitud de su creación Jorge Luis Borges había tallado poemas en madera de ébano, había escrito libros de arena, historias de infamia, fábulas que se habían podrido junto con los papiros que las soportaban, se había perdido en la bruma de las sagas noruegas, había jugado a la lotería de Babilonia donde el premio siempre era una puñalada de un compadre o había bajado al sótano de la Biblioteca de Alejandría a compartir enigmas con el guardián. En ese tiempo sólo lo leían casi en secreto algunos iniciados. La fama alcanzó al escritor en el umbral de la vejez y sólo fue debida a las maldades y paradojas envenenadas que salían de su boca en las aciagas entrevistas con los periodistas de la sección de cultura. En un juego de niño terrible en ellas proclamaba siempre lo inesperado, lo que más podría sorprender, irritar o admirar a cualquier neófito. Para enfadar a los académicos españoles decía que el castellano era una lengua muy fea y que prefería el inglés. Para sacar de quicio a los progresistas afirmaba que Franco había sido muy positivo para España. Admiraba más a Alonso Quijano que al Quijote y a éste menos que a Cervantes. Ensalzaba al escritor mediocre Cansinos Assens para vengarse de todos los poetas de la Generación del 27 y así sucesivamente hasta crearse un personaje odioso y al mismo tiempo admirado. La desgracia de sus lectores, cuando su nombre fue revelado en los años sesenta del siglo pasado, consistía en que odiar a Borges y amarlo era una misma obligación.
A veces se disfrazaba de reaccionario, pero sólo era un conservador, un liberal moderado cuyo odio a Perón, que le había condenado a ser inspector de pollos en vez de bibliotecario, lo llevó a aplaudir la llegada de los militares argentinos. Creía que la democracia era una simple estadística, aunque presumía de haber condenado en su tiempo a Mussolini y a Hitler, cuando otros callaban, para acabar aceptando una medalla de Pinochet, un acto que le costó el Nobel. Empieza uno diciendo una maldad para epatar y acaba despeñándose en la barranca. A partir de un momento Borges se convirtió en el escritor al que no le daban el Nobel.
Tal vez creía en Dios, tal vez no, porque para Borges la teología era una obra maestra de ciencia-ficción. Por lo demás, si bien presumía de haber tomado mescalina y cocaína en su juventud, su droga más pertinaz fueron los caramelos de menta y su plato preferido la merluza hervida. Cuando murió la madre comenzó a viajar, ya ciego, sólo para oler los países. Olfateó el Machu Picchu, conoció Japón con la mente, se dejó explicar las calles de París, de Tejas, de Nueva York, y Borges sólo les ofrecía sus pasos, los golpes de su bastón y en los hoteles se dejaba llevar del codo hasta el lavabo para dar de sí antes de volver al sofá del vestíbulo a ejercer de vidente en las sombras amarillas ante admiradores y reporteros. En todos los países y ciudades siempre había una mujer para hacer de pantalla entre él y los objetos. Hubiera preferido consagrarse al goce de la metafísica o de la lingüística, pero al final lo daba todo por un susurro femenino en el oído que le fiaba una incierta promesa, lo suficiente para alimentar su imaginación.
Borges vivía aventuras de galán a través una figura interpuesta en la persona de Bioy Casares, un devorador de mujeres, el rey del bataclán. Con su amigo departió durante treinta años la cena todas las noches con chismorreos culturales de alta y baja ley, los dos empollados por la gran clueca Victoria Ocampo, ama y señora de la revista Sur, donde abrevaron los intelectuales de moda de Europa traídos por ella a Argentina a buen precio.
A los 80 años estaba aburrido de ser Borges y deseaba conocer la sombra del misterio mayor de los hombres. Pero en el último momento levantaba una leve protesta. ¿Por qué voy a morirme si nunca lo he hecho antes? Era como si le dijeran que iba a ser buzo o domador. Al final creía que la muerte no le era permitida. No estaba seguro de que Dios necesitara su inmortalidad para sus fines. Pero Jorge Luis Borges murió. Lo hizo a sabiendas el 14 de junio de 1986 y está enterrado en el cementerio de notables de Plainpalais, en Ginebra, la ciudad donde había alcanzado por primera vez el placer sexual con una mujer en un prostíbulo. La última metáfora. Tenía miedo a seguir siendo Borges. Qué importa la muerte si eso le ha sucedido a un individuo llamado Borges, que vivió en Buenos Aires en el siglo XX, hace ya tanto tiempo. Qué importa si fue desdichado o feliz si ya ha sido olvidado. Todos corremos hacia el anonimato, sólo que los escritores mediocres llegan a la meta un poco antes, decía.
Uno de los más hermosos poemas que escribió Luis Cernuda se llama Birds in the night y está dedicado a Verlaine y Rimbaud. O, mejor dicho, a la "farsa elogiosa repugnante" de que suelen ser víctimas, después de muertos, los poetas que, malditos y marginados en vida por sus malas costumbres, excesos, violencias y provocaciones, son luego convertidos en glorias nacionales. Celebrados por "embajadores y alcaldes", merecen bustos y placas como la que el gobierno francés ("¿o fue el gobierno inglés?") colocó en el número 8 de Great College Street, Camden Town, Londres, la modestísima casita donde por unas semanas el poeta borracho y cincuentón y el adolescente insolente y genial "vivieron, trabajaron, fornicaron" gozando de una libertad que pagarían luego carísimo.
Es verdad que las circunstancias han hecho de Borges una "gloria nacional" porque ése es el destino que espera a todos los seres humanos que por su talento, sus virtudes, su genio, prestan un gran servicio a la humanidad en los dominios de las ciencias, las artes o las letras: ser inmediatamente nacionalizados y trasmutados en motivos de exaltación patriotera.
En verdad, a los grandes talentos no los "producen" los países y, por eso, Borges no es un "producto" argentino. Resultó de una alianza casi indiscernible de ideas, imágenes, poemas, novelas, ensayos, sistemas filosóficos, teologías, procedentes de muchas lenguas y culturas, de la atmósfera estimulante de una familia, de un grupo de amigos y conocidos, pero, principalmente, de una disposición o don personal, exclusivo y único, para soñar, fantasear, asimilar las grandes creaciones literarias y ordenar las palabras del español en frases, páginas y libros de extraordinaria precisión e inusitada belleza. Y por esa razón, al igual que Shakespeare y Goethe y Cervantes y tantos otros eminentes creadores, Borges no pertenece a la Argentina sino a todos los que lo leen y se deslumbran con su imaginación, su cultura literaria, su elegancia, su ironía y su soberbia manera de utilizar nuestra lengua imponiéndole la exactitud del inglés y la inteligencia del francés sin que por ello pierda el bronco vigor de la lengua castellana.
Borges se fue de su país porque, como les ocurre a muchos escritores con los suyos, estaba acaso asqueado con lo que allí ocurría, o simplemente harto de ser una "gloria nacional" (después de haber sido un ilustre desconocido hasta que Francia, Europa y los Estados Unidos hicieron saber a los argentinos que tenían un genio en casa) o porque, a la vejez, como dicen que hacen los elefantes cuando sienten que van a morir, quiso pasar la última etapa de su vida y morir donde había comenzado la vida que a él le importaba -la vida intelectual-: esa Suiza donde fue, o creyó ser, feliz, leyendo vorazmente, aprendiendo idiomas, y contrayendo, contagiado por los suizos, la sobriedad, la frugalidad, la corrección y la modestia que fueron rasgos permanentes de su vida privada.
Fue una decisión perfectamente legítima y quienes de veras admiran a Borges -que no son los politicastros ignorantes, ni los gacetilleros semianalfabetos que se dan también baños de cultura traficando con los genios- deben acatarla. Era indigno alegar como argumento, para justificar la repatriación, una cita de Borges formulada en una entrevista de ocasión, según la cual quería ser enterrado en La Recoleta al igual que sus antepasados. ¿No se han enterado esas pobres gentes que los seres humanos, a diferencia de las piedras y los animales, cambian a veces de opinión? Si hubieran leído a Borges, sabrían que él lo hizo innumerables veces y sobre muchas cosas (aunque nunca por comodidad u oportunismo).
La decisión que vale es la última que tomó. La que lo llevó, cuando era ya un anciano reconocido y festejado (pero devorado por la enfermedad) a dejarlo todo y, como lo hubiera hecho un adolescente letraherido, a empezar de nuevo, en un país donde sería siempre un desconocido, en aquella anodina, reprimida, políglota y próspera ciudad de Calvino donde, entre bibliotecas, aulas, libros e idiomas extranjeros, comenzó a ser Borges. Es un buen sitio para que descanse el más internacional y cosmopolita de los escritores que, vaya paradoja, fue también, de algún modo, un provinciano visceral, aquel fantaseador alucinado y erudito irreverente con la erudición, aquel viejo-niño tímido, y por momentos destemplado, que nunca maduró y por eso jamás se corrompió.
Un consejo, amigos escritores: nadie puede poner lo que escribió a salvo de futuras manipulaciones, distorsiones y vejaciones. Pero sí es posible, en cambio, precaverse contra póstumas emboscadas como la que estuvo en marcha y felizmente fracasó contra los huesos del pobre Borges. Háganse incinerar y que esparzan sus cenizas en lugares inalcanzables, como el bosque o el mar. ¡Mil veces preferible alimentar a los peces o a los pájaros que a esos inescrupulosos caníbales que engordan con los despojos de los buenos escribidores!
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PAÍS, SL, 2009.
© Mario Vargas Llosa, 2009.La entrada septentrional se sitúa a 11,80 metros sobre el nivel del suelo.[2] Se trata de la única pirámide que conserva el paramento de su entrada intacto: los egiptólogos observaron dos pares de agujeros enfrentados y colocados sobre las paredes laterales este y oeste que debían alojar los goznes de una puerta basculante, que los arquitectos italianos Vito Maragioglio y Celeste Rinaldi suponen de madera.[3] La entrada se abre sobre un pasillo descendente de 78,60 metros con una pendiente de 28°22' los primeros 12,60 m, variando luego a 26°20'.[4] Este corredor tiene la particularidad de estar cubierto con losas dispuestas ligeramente solapadas, de forma escalonada, lo que permite descargar el peso de la parte superior a la manera de una bóveda de cañón por aproximación de las hiladas.[nota 1] El pasaje continúa en otro de 5,40 m sin pendiente, cuyo suelo está a 22,40 m bajo el nivel del terreno,[5] y posee también un techo abovedado similar al anterior pero de 12,60 m de altura.[5] La habitación inferior, a la que se accede por una empinada escalera, está elevada 6,75 m con respecto a ese final del corredor y muestra un perfecto conocimiento por parte de sus diseñadores en materia de distribución de las cargas.[5] El techo de esta cámara, con su punto más alto a 17,30 m de altura, es también una bóveda escalonada innovadora, puesto que no se construye sobre dos caras como en la pirámide de Meidum o en los corredores, sino sobre las cuatro caras y con piedras calcáreas. Maragioglio y Rinaldi encontraron rastros de grietas rellenas con yeso que debieron abrirse, según ellos, durante la construcción de la cámara. Tuvieron en cuenta también la presencia de varios pares de orificios enfrentados para permitir la colocación de vigas.[6]
La habitación inferior ofrece un acceso hacia el sur por un pequeño pasaje, también abovedado. Este conducto atraviesa un pozo (a veces llamado la chimenea) de 8,90 m de profundidad que resulta ser la superposición de dos cavidades, probablemente selladas inicialmente con dos losas, como parece indicar un bloque calizo que descansa aún sobre la cavidad inferior. Se desconoce la función de este pozo, situado en el eje central de la pirámide,[nota 2] y cuya estructura es inusual. El suelo del pasaje situado entre el pozo y la cámara se apoya en los escombros que llenan una cavidad de 8 m de profundidad.[7] El pasaje conduce al corredor de la cámara superior.
John Shae Perring descubrió en la sala inferior, y a una altura de 12,60 m, una cuerda de papiro que indicaba la apertura de una galería excavada en el muro y que unía el pasaje superior con dos gradas de la segunda sala.[8] Es extraño que esta galería se perforase para obviar el uso de la otra entrada de la pirámide. Su ejecución está muy cuidada, si se tiene en cuenta la dificultad de excavar sin iluminación y de garantizar la conexión entre dos pasillos situados a niveles diferentes.
Son aún visibles restos de escaleras construidas sobre las paredes del pasaje que precede a la habitación inferior. Este hecho condujo a los arquitectos a suponer que los constructores habían acondicionado una inmensa escalera de acceso a la galería de conexión, escalera que a continuación habrían desmontado enteramente haciendo imposible el acceso al nivel superior.Hasta 1951 la entrada occidental era inaccesible, pues estaba oculta bajo el recubrimiento de la pirámide a 33,22 m del suelo. En lugar de estar centrada sobre la fachada, se encuentra desplazada hacia el sur.[8] El pasaje desciende 67,66 m[8] con una pendiente de 30°09' en los primeros 21,81 m y luego de 24°17'.[8] Este corredor posee en su parte más baja una cavidad en el suelo de 1,28 m de profundidad[10] que recuerda las de la Pirámide de Meidum y la Pirámide roja, que también la tienen en la parte baja del corredor. El pasaje descendente estaba bloqueado en toda su longitud por grandes bloques de caliza pegados con yeso que fueron retirados durante las obras realizadas entre 1946 y 1951. El corredor superior de la pirámide acodada conecta con una sección horizontal de 20 m, a la cual llega el pasaje proveniente de la cámara inferior, que está entrecruzada por dos pasajes de cierre escalonado. Se trata del primer sistema conocido de cierre escalonado con nivel inclinado, innovación que se utilizará más veces durante el Imperio Medio.[nota 3]
Sólo la primera escalera ejerció su función; fue enyesada interior y exteriormente, lo que permite concluir que los egipcios utilizaron la galería improvisada (así como la escalera occidental) para sellar la tumba. En el suelo, entre los dos pasajes, hay un amplio pozo de 4 m de profundidad y cuya función es desconocida. En esta parte del pasaje hay cinco pares de muescas colocadas de forma enfrentada sobre las paredes laterales. La galería de conexión entre los dos corredores desemboca aquí en la pared septentrional, exactamente al lado del pozo.[11]
La sección continúa hasta la sala superior que posee, como la inferior, una bóveda escalonada sobre sus cuatro lados pero de peor factura.[11] El suelo de esta sala estaba relleno con restos de pequeños bloques de piedra hasta una altura de 4,20 m. Gran parte de estos cascotes se eliminaron durante las excavaciones de 1946-47, y apareció una imponente estructura en madera de cedro.
A poca distancia de la entrada septentrional del pasaje descendente inferior hay algunas inscripciones jeroglíficas que datan del periodo tardío.[12] [nota 4]
A una quincena de metros de la parte baja del pasaje superior se descubrió una caja que contenía los restos momificados de un búho y cinco murciélagos. El doctor Ahmed Batrawi los dató en la cuarta dinastía mientras que Ahmed Fakhry los situó durante la época ptolemaica.[13] Este corredor superior, accesible desde la entrada occidental, estaba bloqueado originalmente en toda su longitud. Los últimos 18 m de piedra se retiraron, según Fakhry, en época muy antigua. Esta operación, cuyos autores se desconoce, sólo pudo llevarse a cabo desde un pasaje excavado a través de la primera escalera.
Fakhry destacó un hecho sorprendente que induce a creer en la existencia de una tercera conexión al exterior de la pirámide y que falta por descubrir: el corredor superior (oeste), que permaneció bloqueado hasta su apertura en 1946 por Hassan Mustafa, estaba obstruido en toda su longitud por grandes bloques de piedra caliza por medio un sistema de cierre por rastra, sellado en sus dos extremos. Sin embargo, numerosos exploradores desde Perring fueron testigos de un ruido que persistía algunos segundos en caso de fuertes vientos. El ruido se notaba especialmente en la sección horizontal entre los dos pasajes escalonados. Perring notaba también una corriente de aire.[14]
La inusual disposición de las cámaras funerarias, las particularidades arquitectónicas y los artefactos descubiertos no dejan de sorprender. Se trata sin duda alguna de la infraestructura más compleja después de la de la pirámide de Keops y, tal como ocurre con ésta, aún no se ha encontrado ningún argumento satisfactorio que explique las intenciones de los constructores.
En el pasaje horizontal subsisten numerosos fragmentos de los bloques que impedían en el pasado el acceso al pasaje ascendente. Éste se amplía a continuación, y se convierte en una pequeña galería en la cual aún se encuentran dos bloques de taponamiento.[16] En las paredes y el suelo hay pintadas numerosas líneas rojas.
El plano recuerda al de la pirámide de Keops, con el pasaje ascendente ocupando el lugar de la Gran Galería. Al final de ésta se encuentra la cámara funeraria (llamada así aunque es muy probable que nunca haya contenido ningún sarcófago),[16] situada bajo el ápice de la pirámide y cubierta por una bóveda escalonada. Algunos buscadores de tesoros excavaron un pozo en el suelo de la cámara de unos 4 m de profundidad.[16]
Como la pirámide principal, la satélite poseía su propio altar con dos estelas situadas ante la cara oriental.
Excavado por Ahmed Fakhry entre 1951 y 1952, era accesible gracias a una larga calzada. Sus dimensiones son de 46 por 25 m. Fakhry pudo dibujar los planos y reconstruir numerosos bajorrelieves a partir de los 1.400 fragmentos encontrados en el lugar. El edificio tiene tres partes diferenciadas: una antecámara, un patio con pilares y seis capillas. Su gran originalidad se debe a las esculturas que adornan la mayor parte de sus paredes, que marcaron el estilo arquitectónico del Imperio Antiguo. El egiptólogo alemán Herbert Ricke lanzó la hipótesis de que este templo se destinaba a los ritos funerarios de Seneferu como rey del Bajo Egipto, mientras que se destinaba otro edificio (hipotético) a los ritos mortuorios como rey del Alto Egipto.
El Templo Funerario de la pirámide acodada, contrariamente a todos los demás conocidos, no se sitúa en la entrada del valle (por lo que reciben el nombre de Templo del Valle).[18] Como el Templo Alto, éste se rehabilitó durante la dinastía XII y durante el Periodo tardío.
Vito Maragioglio y Celeste Rinaldi encontraron varios indicios en las dos galerías descendentes de la pirámide principal que ponen de manifiesto que había sufrido varias modificaciones en el curso de su construcción.[19]
Por ejemplo, las juntas de construcción sugieren que las entradas debían situarse originalmente a 12,6 m de la actual entrada septentrional y a 11,60 m de la entrada oeste.[19] La pirámide inicial debía tener una base de 157 m y una altura de 125 m con una inclinación de las caras de 58° (equivalente a una pendiente de 8/5).[20] Cuando ya casi estaba acabada, se decidió aumentar las dimensiones, por eso aparecieron grietas en las galerías de acceso, alineadas con las juntas de construcción en la primera y un poco más abajo en la segunda. Lo añadido se desplomó durante la construcción, seguramente debido a la falta de adherencia sobre el recubrimiento preexistente. Esta falta de adherencia prueba que la primera pirámide debía tener un recubrimiento liso que superaba el nivel de la entrada septentrional, pero por debajo del nivel de la del oeste. El segundo proyecto es aún visible hasta la altura de 49 m, a partir de la cual el recubrimiento debió presentar señales de inestabilidad.[20]
La hipótesis es que se acabó el monumento a toda prisa para disminuir las cargas que soportaban los bloques exteriores, disminuyendo el ángulo de inclinación a 43°. Perring notó en 1839 que la mampostería de la parte superior de la pirámide tenía menor calidad que la de la parte inferior. La pirámide hubiera medido 128,50 m de altura si el segundo proyecto se hubiese podido llevar a cabo.En la Edad Media, el Libro de las perlas ocultas y del misterio precioso,[22] escrito en el siglo X, encendió las imaginaciones e hizo de Dahshur un lugar mítico lleno de tesoros ocultos. Esta obra fomentó la destrucción y el saqueo de los grandes monumentos de la región memfita.[23] Las dos pirámides de Dahshur fueron abiertas de nuevo en el siglo XVII por el viajero inglés Edward Melton,[24] y veinte años más tarde por Le Brun, que penetraron en la cámara inferior de la pirámide acodada.[25]
La primera exploración verdaderamente científica fue la que el egiptólogo británico John Shae Perring hizo el 29 de septiembre de 1839. Descubrió la segunda entrada situada sobre la cara occidental y levantó planos de la estructura,[26] que fueron las únicas referencias serias hasta 1946, fecha en la cual el egiptólogo egipcio Abdulsalam M. Hussein emprendió un estudio más detenido del complejo piramidal.[27] Este último vació totalmente las cámaras funerarias, descubrió la estructura de cedro de la sala superior, las momias de murciélagos[28] y las pinturas que asignan la pirámide al faraón Seneferu. La desaparición del egiptólogo en 1949 originó la interrupción de las investigaciones, que fueron reanudadas y completadas por Ahmed Fakhry, el cual puso de relieve la riqueza decorativa del templo funerario.Las cuatro pirámides asignadas a Seneferu son: la pirámide Roja, la pirámide Acodada, la pirámide de Meidum y finalmente la pirámide de Seila, que muy probablemente sólo era un cenotafio.
La construcción de la pirámide de Meidum se divide en tres fases que los egiptólogos nombran E1, E2 y E3; E1 corresponde a la primera pirámide escalonada, E2 a la segunda pirámide escalonada obtenida al añadir un tramo más, y E3 la pirámide de caras lisas obtenidas por adición de un tercer tramo.[30]
Se estima que Seneferu hizo acabar la pirámide escalonada de su predecesor el faraón Huny (E1) y que a continuación hizo levantar la que debía ser la suya propia, la pirámide acodada. A raíz de los problemas estructurales de ésta, habría emprendido una nueva obra al norte de Dahshur, al mismo tiempo que ampliaba la de Meidum. Distintas pintadas descubiertas en algunos bloques de las pirámides de Meidum y Dahshur mencionan los años décimo quinto y vigésimo tercero del reinado del faraón, lo que demuestra la simultaneidad de las dos obras.[31]
Los fragmentos de huesos humanos descubiertos en la pirámide roja y en su Templo Alto acabado en adobe parecen probar que esta pirámide sirvió de tumba. La pirámide acodada se benefició de una atención especial durante el Imperio Medio ya que se reactivó en esta época el templo funerario. Del mismo modo, como señala el arquitecto Gilles Dormion, su arquitectura parece haberse beneficiado de innovaciones tecnológicas, como los sistemas de cierre y las bóvedas escalonadas sobre cuatro caras, que no se encuentran en la pirámide roja. Es también posible que la pirámide acodada, a raíz de los problemas generados en su estructura, hubiese servido de laboratorio para los arquitectos: en ese caso habrían sido tres las obras simultáneas hechas durante el reinado de Seneferu.
Sea como fuere, las pirámides de Seneferu, con un volumen total de 3.500.000 metros cúbicos (o sea cerca de 1.000.000 más que la pirámide de Keops) representan el proyecto más ambicioso de toda la Antigüedad.
PotboilerPotboiler or pot-boiler is a term used to describe a poor quality novel, play, opera, or film, or other creative work that was created quickly to make money to pay for the creator's daily expenses (thus the imagery of "boil the pot"[1], which means "to provide one's livelihood"[2]). Authors who create potboiler novels or screenplays are sometimes called hack writers. Novels deemed to be potboilers may also be called pulp fiction or "page-turners", and potboiler films may be called "popcorn movies" or, in film industry slang, "tentpoles" (large-budget films typically based on well-known characters or prior works, which, due to their immense popularity, support the studio economically, like tent poles hold up a tent).
"In the more elevated arenas of artistry such a motive...was considered deeply demeaning."[3] If a serious playwright or novelist's creation is called a potboiler, this has a negative connotation that suggests that it is a mediocre or inferior-quality work. An early usage of the term that has this sense is in Putnam’s Monthly Magazine of New York, dated 1854: “He has not carelessly dashed off his picture, with the remark that ‘it will do for a pot-boiler’”.[3] Similarly, Jane Scovell's Living in the Shadows states that "...the play was a mixed blessing. Through it O'Neill latched on to a perennial source of income, but the promise of his youth was essentially squandered on a potboiler."
In an early-1980s Time review of a book by Andrew Greeley, the author called his novel Thy Brother's Wife a "...putrid, puerile, prurient, pulpy potboiler." [4] In the late 1990s, American author and newspaper reporter Stephen Kinzer referred to potboilers in this derogatory sense: "If reading and travel are two of life's most rewarding experiences, to combine them is heavenly. I don't mean sitting on a beach reading the latest potboiler, a fine form of relaxation but not exactly mind-expanding."[5]
A definition of potboiler fiction from the 2000s captures the sense that it is an inferior grade of writing; in a Publishers Weekly article, author David Schow called potboilers fiction that "... stacks bricks of plot into a nice, neat line."[6]
However, for more popular genres, such as action thriller films or detective novels, the term "potboiler" does not have such negative connotations. Indeed, a review praising a thriller film or detective novel may effusively call the work an excellent "potboiler". In a 2007 review of the 1972 Sam Peckinpah film The Getaway, starring Steve McQueen, the review calls it "... a '70s outlaws-on-the-run potboiler; a poor man's Bonnie and Clyde. That doesn't make it a bad film; it's actually a good potboiler. But it does stand out in both the McQueen and Peckinpah canons as a primarily commercial, and not artistic, venture. It's neither artist's finest moment, but there's certainly no reason for them to be embarrassed by the film."[7]
One well-known potboiler is A Christmas Carol by Charles Dickens.[8] Television host Mike Wallace used the term while interviewing writer Rod Serling about his upcoming show, The Twilight Zone. At that time, science fiction writing was widely considered amateurish and juvenile, and Wallace questioned whether or not Serling was moving away from "serious" writing. However, Serling's series became an influential part of television.[9] Many current popular novels are indiscernably potboilers. However their use of interesting titles enables publishers to attempt to sell them as if they were more original, more creative works. This is expectable, given how many themes and ideas are constantly being re-used, and quite successfully.